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Estoy perdido. No hay a dónde ir. La luz se ha ido para siempre.

Encontraron a BaekHyun cinco horas después, tirado en un pasillo, en el último piso de aquel edificio tan alto. JunMyeon y KyungSoo pensaron que había salido del hospital. Pero, preguntando aquí y allá, supieron que el chico había subido a un elevador. Lo buscaron en cada piso, sin suerte. KyungSoo recorrió las calles aledañas también. Por fin, el doctor Kim tuvo la idea de ir al último piso, el cual era utilizado como bodega para los suministros del hospital.

BaekHyun estaba inconsciente, consumido por una fiebre de treinta y nueve grados. JunMyeon lo tomó en sus brazos y lo depositó en la primera camilla vacía que encontró. Después, lo llevó directamente a cuidados intensivos.

Luego de haber recibido una buena dosis de calmantes, el muchacho permaneció sumido en un sueño muy profundo durante tres días. Cuando abrió los ojos, la luz brillante de la habitación lo recibió.

—¿Mamá? —murmuró apenas. Todo su cuerpo dolía. Parecía no recordar todo lo que había pasado.

—Hey, Baek... —JunMyeon se acercó a él. Acarició suavemente su cabello y lo miró con simpatía—. Por fin despertaste. Nos tenías muy preocupados.

—¿Dónde está mamá?

Silencio. La pequeña sonrisa en los labios del doctor, se desvaneció por completo. Su corazón dolió. No quería regresar al muchacho a la dolorosa realidad. Pero, era su trabajo.

—BaekHyun... Tu madre ya no está con nosotros. Falleció hace tres días.

—No... No... No... ¡No!

El grito de BaekHyun sacudió la habitación. El dolor lo golpeó de lleno, sacando toda la vida de su cuerpo. JunMyeon no supo qué hacer. Claramente, el muchacho no estaba en condiciones de procesar su dolor aún. Volvió a inyectarle los calmantes, para ponerlo a dormir en paz.

***

YulRi se veía tan bonita en aquella foto. KyungSoo la eligió especialmente para la ocasión. Aunque, BaekHyun odiaba el marco de flores blancas y el listón negro que la adornaban. No había nada que hacer.

El funeral de YulRi Byun no fue muy concurrido. Un par de tías lejanas, que BaekHyun no conocía, fueron a rendirle su respeto. Algunos vecinos del pueblo, KyungSoo y su familia. JunMyeon llegó al final, porque tuvo un turno muy ajetreado en el hospital.

Sin embargo, nada de eso parecía importarle al chico Byun, quien se mantuvo sentado en el piso todo el tiempo, mirando la fotografía de su madre. La gente se acercaba para ofrecer sus condolencias, pero no recibían respuesta alguna. Era como hablarle a un muñeco vestido de traje.

—Baek, vamos a casa —al final de la noche, KyungSoo se acercó a su amigo—. Tienes que dormir. No has descansado desde que saliste del hospital. Llevaremos a mamá con nosotros hoy, ¿sí? Mañana la llevaremos a su nicho en el cementerio.

El chico asintió. Desde que todo pasó, había olvidado cómo usar sus palabras. No dijo nada al respecto, pero su lengua estaba constantemente adormecida. Era como si su boca estuviera sellada, nada podía salir de ella y muy poco podía entrar. Casi no comía. KyungSoo debía obligarlo a tomar un par de bocados cada día. Como consecuencia de ello, había comenzado a perder peso.

KyungSoo lo cuidaba lo mejor que podía, puesto que él mismo vivía un duelo muy profundo. Había estado faltando a clases, y los problemas con su padre habían empeorado. La ausencia de YulRi lo afectó mucho, era como perder a una verdadera madre. Encima de todo, tenía que lidiar con la escasa voluntad de vivir de su mejor amigo, de su hermano. A veces, JunMyeon los visitaba, ayudaba a cuidar al muchacho.

Diario de un observador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora