Carlos.
Estoy desorbitado en esta clase de inducción, no he dejado de pensar en Lucía. Este entusiasmo que hierve en mi corazón, no lo puedo controlar.
Después de lo que pasó hace un par de horas en la cafetería con los chicos "dientes de oros", no me he sentido tan cómodo. Siento que estoy metiendo la pata en mi primer día de clases, pero ese estilo engreído de aquellos chicos, me enfurece. Sin embargo, debo acoplarme y no buscar problemas, o si no, no duraré mucho aquí. He vuelto a sentir esos tics en la cabeza, siento como si algo dentro se despertara de un momento a otro. No lo sé, pero eso me trae un dolor de cabeza muy horrible.
+ Carlos... -Susurra una voz femenina a mi diestra-.
Trato de despertar de aquel éxtasis en que me hace caer Lucía. Giro mi cabeza, atentiendo con curiosidad, era la voz de Katia. Trato de susurrar sin despegar la mirada de la profesora.
+ Dime, Katia.
Intento mirarla, y responde:
- ¿Qué sucedió con el chico de allá fuera? Te ví entre la multitud.
Trato de evadir algún argumento de respuesta. No quería interrumpir la clase.
+ No te preocupes Katia, cosas de universiduades.
Ella asiente, sonríe y mira al frente.
Yo me acomodo en mi asiento, intentando prestar atención a la clase. No era buen momento para prestar atención, ya era demasiado tarde
La profesora acaba la clase. Guardo el cuaderno en la mochila y me levanto. Preocupado por no prestar nada de atención a la clase, miro a Katia que estaba a mi lado, también se está levantando de su asiento y le pregunto:- ¿Vendrás mañana, Katia?
Se acomoda un mechón del cabello en su orejas y me responde:
+ Hmm, sí claro, ¿Tú no?.
- Sí, claro. -Respondo mientras me acomodo la remera-.
Salgo del aquel salón, junto a Katia. Una compañera bastante amigable y buena honda. Caminamos por el pasillo de los casilleros, yo un poquito tímido, como siempre, voy con la cabeza hundida en el piso. Intento levantarla, volteo hacia atrás y de lejos veo venir a Verónica, la chica "culo caliente" de toda la universidad, según Costa y los otros colegas que conocí ahorita.
La ignoro y sigo mi camino. Katia me comenta sobre su vida, intento conversar con ella mientras caminamos hacía la salida:
- Entonces, tu procedencia es de Colombia, ¿no? -Le pregunto-
+ Sí, exacto. Mi madre conoció a mi padre allá, en Bogotá para ser precisa, mi padre era comerciante de una licorería en el centro de la ciudad. Se enamoraron perdidamente, y como mi papá es catalán, se la trajo. Y aquí nací. -Responde buscando sonreír-.
Sé que sorprendería si le digo que también soy de Colombia, pero quiero ver eso:
- Entiendo, Katia. -Arrojo risas cubriendome la boca-. ¿Qué dirías si te digo que también soy de Colombia?
Katia me mira con curiosidad, no era como esperaba que reaccionara, deja caer se rostro y con voz tranquila, agrega:
+ Lo sabía, algo me lo decía.
Sonrío. Tal vez hay muchos rasgos en mí, que son bastante Colombianos, por ejemplo el acento de mi voz, no es tan, tan catalán.
+ Tu personalidad y manera de expresarte, no es tan española. -Dice Katia mirándome sonriente-.
Oh, vaya. No sé detalladamente a qué se refiere, pero sí, la comprendo. Soy de la costa de Colombia, y mi manera de expresarme es muy costeña.
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TÚ ERES MI DEVOCIÓN
JugendliteraturDicciones de un «amor no correspondido pero infinito». La historia que están punto de leer, cuenta el crudo camino repleto de un amor silencioso entre Carlos y Lucía. Su día a día es significado de predilección y su amor sinónimo de estigmas. Su lar...