Tu luz, mi mundo.

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Lucía.

El coche rodaba sobre el asfalto, bajo la ventanilla de alféizar puro, quiero sentir el roce del viento, no quiero acalorarme y recibir a Carlos llena de sudor. Mi mirada seguía el orden de las casas y diferentes establecimientos que posaban sobre aquella avenida. Almansa, me parecía divertido. Percibía un ambiente demasiado bueno, demasiado alegre, no faltaba en las esquinas algún altavoz de sonido, con música cubana o ranchera. En cada esquina habían personas riéndose y charlando amistosamente, era demasiado acogedor. Pero claro, mientras asomaba mi cabeza por la ventanilla nunca faltaba la penetrante y acosadora mirada de algún hombre queriendo desnudarme.

Enfocó mi vista hacia delante, ignorando cualquier mirada incómoda de aquellos hombres. A lo lejos mi mirada se estrelló en un abastos donde terminaba aquella avenida, y sobre la terraza de aquél local, veo la figura de un chico alto, delgado, con un chaleco negro, un jean pálido y unas vaqueras. Sostiene sobre sus manos un teléfono, y mantiene una postura que me parecía conocida.
El taxi de servicio se acerca, y el conductor levanta su voz:

+ ¿Dónde la dejo, señorita? Aquí termina la avenida.

Mi mirada no se despegaba de aquél chico alto y aparentemente guapo. Veo que en un instante levanta su rostro, enfoca el coche que iba frenando delante de él. Y me quedo casi atónita al ver a Carlos, el chico que venía viendo hace metros, era Carlos. Mis pupilas se dilatan del asombro, y a la vez de cierta timidez.

+ ¿Señorita? -Pregunta una voz que me hace reaccionar?-

Giro mi cabeza, y apenada por la pregunta sin respuesta que tenía el conductor, sonrío y comento:

- ¡Disculpe! Me deja aquí, me hace el favor.

Saco de mi cartera de mano el dinero que tenía listo para el conductor, estiro mi mano hacia él y exclamo:

- ¡Muchas gracias! -Se escapa una sonrisa amable-.

+ De nada, señorita. ¡Que le vaya muy bien! -Comenta el conductor-.

Enfoco nuevamente mi mirada ante Carlos, y de sus ojos veo salir brillo, sus cachetes claros se tornan rojos. Es demasiado tímido, por eso lo entiendo. Se me acerca, me estira su mano para ayudarme a subir los pequeños escalones mientras veo su rostro sonrojado y sonriente.

- ¡Hola, Carlitos! -Le digo sonriente e inclinandome a abrazarlo-.

Siento su cuerpo como vibra por la palpitación de su corazón acelerado. Sus brazos me acobijan, y el umbral se torna luminoso, siento una tranquilidad enorme. Carlos me abraza, como si fuese la última vez que me fuera abrazar. Siento su cuerpo desprenderse dejándome un besito en mi frente, y comenta aún sonrojado:

+ Hola, Luz.

Veía de sus ojos resplandecer, y sus mejillas rojas me hacían poner nerviosa. Por un lado puedo entender, he percibido de su parte todo lo que siente por mí, que en momentos como estos, puedo darme cuenta que el sentimiento es enorme. Aish...
Siempre tenía una duda del porque me decía "Luz", supongo que es la abreviatura de mi nombre, pero necesito algún día saber su "por qué".

+ ¿Qué tal el viaje? -Me pregunta sonriente, mientras su mano se posaba en mi hombro-. Deja caer su mano, se gira, da unos pasos y me insinúa que lo siga.

Le sigo el paso, supongo que ya íbamos hacia su casa.

- ¡Muy bien, casi me pierdo! -Dejo salir risas, y él tambien-.

Me mira sonriente, y dice:

+ Con lo despistada que eres, podría creerlo.

Me río, y no le podía contradecir.. soy la persona más despistada posible. Cualquier cosa me hace distraer y olvidar qué iba hacer.

TÚ ERES MI DEVOCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora