"Amor infinito" Capítulo final.

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Lucía.

Mis brazos y cuerpo decaen sobre el cuerpo de alguien, sosteniendo mi torso me aparta de aquél ataúd, donde mis lágrimas hicieron un río. Aquella opresión en el pecho de insaciable agonía, me hacía lamentar. Se fué Carlos, se fué alguien que deseaba que fuera eterno. Ahora mi vida está partida en dos, mi alma estropeada, mi corazón está partido en mil pedazos. Quisiera tenerlo aquí, nuevamente, no deseo otra cosa con todo mi corazón que volverlo a ver junto a mí, brindándome aquella compañía que sólo su aura sabía brindarme. Ahora no está, ahora se fué para siempre, ahora mi corazón quedó sólo y además, roto.

Aquella persona que sostenía mi cuerpo, era mi madre, me lleva hacia una silla donde deja caer cuidadosamente mi cuerpo. Ver a Carlos en ese ataúd, haber entrado a esta realidad, no fué lo demasiado benévola pero sabía que no sería un buen momento. Sé que él está a mi lado, aún sin explicación hacia lo que sucedió en mi habitación, está a mi lado y eso me regocija.
Mis lagrimas aún piden huida, siento que no puedo contenerlas, siento que sólo me sostengo por inercia, mi alma esta totalmente decaída e incompleta, media o tal vez mil pedazos, se fueron con Carlos y su partida. No tengo más inspiración que la agonía, siento como si me fueran arrebatado algo valioso.
Intento respirar mientras sostengo mi cara totalmente húmeda con una toalla de lana, me acomodo más en la silla y trato de cesar un poco las lágrimas, la opresión en el pecho persiste pero mis lágrimas dan freno. Intento levantar mi cabeza inclinada, y a primer plano percibo que las personas a mí alrededor me miran con un recelo lleno de lástima, no le doy tanta y le doy una abrazo a mi madre que estaba a mi diestra. Intento respirar, siento que algo toca mi corazón y lo hace tranquilizar, me da un respiro de aliento. Pero a la par muchos recuerdos de Carlos tocan puerta en mi mente y sin nada que hacer, causan adicción en mi dolor. Mis lágrimas salen poco a poco, pero esta vez sin ese ahogo de sentimientos en mi pecho. Desamparo mi cuerpo del lecho de mi madre, ella me mira con suplicio. Mis ojos se remojan nuevamente y de ellos caen gotas de un recuerdo que no se podrá revivir, de un recuerdo inolvidable. Mi corazón ya no siente dolor, ya no se acoge en llanto, ahora el pensar a Carlos es tranquilidad, y su compañía es paz. Pero las lágrimas de añoro son inevitables.

+ Hola, Lucía...

Escucho una voz masculina de cerca, mis ojos enceguecidos por aquella toalla, reaccionan de inmediato y apretando mis ojos con ella, la remuevo lentamente. Delante de mí habían dos personas, un chico una chica al parecer, levanto mi cabeza y  respondo con una sonrisa decaída:

- Hola.

Aquél chico no tan alto, de pelo desordenado y de ojos verdes pero también decaídos, al parecer era Costa, lo he visto por fotos, Carlos una vez me mostró su red social.

+ Soy Mark Costas, el amigo de Carlos.

Extiende su mano amable y sonrientemente, yo la recibo, lo saludo y agrega:

+ Ella es Katia, mi novia, también amiga de Carlos.

La chica se veía de un porte un poco gótico, cabello corto y negro, remera negra y poco común y un pantalón holgado, casi masculino, pero, no lucía mal. Es la nueva moda.

Estiro mi mano hacia la chica y sonriente le digo:

- Un gusto.

+ Un gusto. -Dice-.

+ Sentimos muchísimo lo de Carlos, un gran chico en lo poco que lo conocí, me parecía demasiado feliz, alegre y siempre tenía una sonrisa para nosotros. -Dice Costas-.

+ Si. -Agrega Katia-. Muchas veces el me hablaba de tí, en lo mínimo, te ponía de ejemplo a tí o a veces nos contaba los planes extraordinarios que tenía si contigo estaba.

TÚ ERES MI DEVOCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora