Tu partida.

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Lucía.

En mis ojos no han parado de llover. Mi corazón apela a lo que está sucediendo, siento como si un puñal afilado y largo, lo atravesará y en dos lo estuviera rompiendo. Siento múltiples sentimientos estrellados en estos momentos, se fué de mi lado alguien que jamás podré olvidar. Mis ojos ya no verán aquella sonrisa, aquella luz parpadeante saliendo de sus ojos, ya no podrán sentir aquella compañía única que sólo él sabía brindarme. En mis manos sostengo envuelta como un pergamino, su carta. Y aunque mi mente no encuentre la manera en que la pudo escribir, de mis pensamientos no salen aquellas dicciones llenas de amor, repletas de un sentimiento que incluso en letras, sólo Carlos me hace sentir. Y aquella tinta que pinta un abecedario sobre esta hoja, se ha convertido ahora en mí en dolor, en una perpetua agonía.

Recordar lo sonriente que siempre se veía, aunque la timidez lo abarcaba, siempre su sonrisa permanecía. Ahora, ¿Quién me va brindar esa compañía única y confortable?.

- ¡¿Quién?! -Grito con mi cara enterrada en aquella humedecida almohada-.

Sus ojos resplandecían como dos estrellas a la hoz de la luna cuando me veían, y no sé si guardo algún don para leer ojos, pero estos me decían muchas cosas cuando en mí se fijaban. Y puedo asegurar que nadie en mi vida, me ha mirado de esa manera tan encantada. Ahora, mi corazón me interroga, me cuestiona eufóricamente. Siempre pensaba que aunque en mis mejores momentos no estaba, Carlos me hacía sentir demasiado bien. Carlos era mi paz, aunque mi yo codificado, lo negara repetidamente.

Devastada, llena de un dolor profundo que oprime mi pecho y exprime mis ojos, intento levantarme de mi cama. Busco rápidamente algo que seque el mar de lágrimas, derramada sobre mi cara y parte de mi pecho. Mis energías se agotan, siento como poco a poco intenta acecharme la depresión y todos sus genes. Este vacío que siento por la pérdida de Carlos, me hace sentir demasiado mal, porque se fué no estando de lo mejor conmigo, no estando en paz conmigo. Aquellas plegarias de alejamiento que le sugería, siento que fueron dardos de dolor para él, para su corazón.

Seco mis lágrimas e intento caminar hacia la puerta de mi habitación, mis pasos ligeros y mi mente extraviada en aquella indeseable realidad, me llevaron al lavamanos de mi baño. Cada paso que daba, podía sentir como la realidad iba siendo más que cierta y mi corazón se aceleraba aceptándola con su dolor profundo. Levantó mi estropeado rostro sumergido en la agonía que el llanto me indujo, mi cara se refleja en el cuadrado y pequeño espejo, de inmediato puedo percibir lo arruinada que estaba. Mis ojos estaban maltratados de tanto acurrucarse; rojizos y marchitados. Junto mis manos e intento rozarme un poco de agua sobre mi cara, buscando aliviarla, pero se me hace imposible cuando su voz, su sonrisa, sus ojos, su presencia yace en mi mente. Apoyo mis brazos sobre el lavamanos y mi rostro sobre ellos, mi cabello cae y redondea mi entrono, y aquella opresión de dolor me hace estallar en llanto nuevamente.

+ Lucía, hija.

Escucho el susurro de mi mamá, detrás de mí.

+ Tranquila ¿Si?, estoy seguro que Carlos no desearía verte así. Ven levántate.

De eso estoy completamente segura, Carlos siempre deseaba verme bien, feliz. Me llenaba de buenos consejos, pero nunca me dijo qué hacer cuando de este mundo su alma partiera. Sólo sé llorar, porque es la única manera en la que libero este dolor que a la vez se multiplica al intentar aceptarlo.

Mi madre pone sus manos en mi hombro intentando levantarme, intento parpadear aún ahogándose mi corazón, busco respirar y me dejo llevar de mi madre.

Camino adolorida hacia el estudio, y en una silla me suelto de mi madre para sentarme. Mi madre rápidamente busca una pequeña toalla y la roza sobre mi cara.

TÚ ERES MI DEVOCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora