Capítulo 1.

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Era una fresca noche de verano en Barcelona, casi podría decir que estaba lloviendo, pero no, solo estaba chispeando. La calle que estaba transitando tenía muy pocas farolas y eso le daba un aspecto tenebroso junto con el silencio, interrumpido solamente por algunos coches que pasaban de largo. Había tomado una decisión, iría, esta vez iría. Aunque me dé miedo, aunque me dé pavor, aunque me tiemblen las piernas tengo que saber qué se siente estar en un sitio así. ¿Que quién soy yo? Mi nombre es Anna Stone y soy escritora. Esa misma noche me dirigía a una reunión de BDSM, era la primera vez que iba a asistir así que me vestí lo más elegante que pude. Me puse una falda negra que me llegaba por encima de las rodillas, una camisa blanca de manga larga y una chaqueta negra ceñida por el medio a mi cintura. Mi pelo negro y ondulado hacia juego con mi vestimenta. Me dispuse a pintarme los ojos y los labios y en cuanto terminé me fui caminando hacia esa casa donde se celebraba la fiesta. El camino fue un poco tortuoso, no estaba acostumbrada a los tacones que llevaba puestos y me estaban lastimando los pies.

Cuando llegué a la puerta un señor grande y corpulento con cara de pocos amigos me preguntó que a qué venía, yo le dije que venía a la fiesta y me dejó pasar. Cuando entré a la sala había poca luz, pero se veían perfectamente a las personas, entré sorprendida y algo asustada, era mi primera vez y no estaba acostumbrada a ver ciertos espectáculos en vivo. Caminé despacio entre la gente y me mezclé como si fuera una más observando todos los detalles.

La casa era muy grande, había de todo; potros, látigos, palas, fustas, varas, cadenas, cuerdas, etc. Yo miraba anonadada como un Ama azotaba en la espalda a un sumiso desnudo con un látigo, tenía la espalda roja y algo ensangrentada pero a él le gustaba, se excitaba con cada golpe que su Ama le propinaba. Lo sabía porque su miembro estaba erecto y por su pequeña sonrisa. De repente algo me despertó de mi ensoñación.

-Interesante ¿verdad? - Dijo la voz misteriosa.

Me di la vuelta y había un hombre con dos copas mirándome lascivamente.

-¿Quiere una copa señorita?-Me preguntó de nuevo.

Yo dudé si aceptar o no, pero acabé aceptando. Él se puso a observar al lado mía, yo me puse nerviosa, no paraba de mirarme de arriba a abajo.

-¿Es usted dominante o sumisa? Le pregunto porque me es difícil saberlo con esa vestimenta parece usted un Ama, pero su nerviosismo me dice lo contrario.

No sé de donde saqué fuerzas para contestarle pero lo hice:

-Eso no es de su incumbencia señor. Me gustaría estar a solas si no le importa.

-Está bien señorita, por cualquier cosa o duda estaré por aquí.-Dijo sonriente.

¡Uf! ¡Qué bien! Por fin sola de nuevo. No soportaba que me mirara de esa forma tan pervertida.

Seguí bebiendo por un rato, poco a poco la gente se iba yendo, vine muy tarde a la fiesta dentro de nada cerrarían y yo estaba aquí sin hacer nada, bebiendo como una posesa y mirando como torturaban a los sumisos y sumisas.

Fui de las últimas en irme, cuando iba a marcharme alguien me cogió del brazo y me paró en seco.

-Usted no se va. -Dijo aquella voz.

Me di la vuelta y vi a una mujer alta, con un traje de cuero negro como si fuera un bañador, con el pelo largo, negro y rizado y sus ojos celestes como el cielo, con la mirada seria, muy seria cabe decir. Mirándome con esos ojos embaucadores, yo me quedé quieta, sorprendida y algo mareada por el alcohol.

-¿Pe...perdone?-Contesté.

-Que usted no se va de aquí.

-¿Por qué señora?-Pregunté inocentemente.

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