El tiempo que quedaba para irnos del barco, mi Ama se la pasó de brazos cruzados mirándome y haciéndome sentir la peor de las sumisas.
Cuando salimos de la fiesta, nos fuimos caminando para buscar el coche, que no estaba muy lejos pero tampoco cerca. Me sentía muy cansada como si hubieran vapuleado mi cuerpo, caminar se me estaba haciendo un mundo.
-Más rápido Anna. -Dijo la señora Alisson. -No tenemos todo el día.
- Lo siento. -Dije fatigada. - Estoy muy cansada.
-¿Cansada? Pues tu día no ha acabado. -Culminó diciendo muy seriamente.
Pronto llegamos al coche y cuando me fui a meter la señora Alisson me dijo que me pusiera detrás.
Sus gestos, su forma de hablarme y de tratarme provocaban en mi mucha tristeza y malestar mental por haberme comportado de esa forma en el barco.
Al llegar a la casa, me ordenó irme para el desván. Cuando lo oí, mi cuerpo empezó a temblar.
Subí los escalones lentamente, como si así postergara mi castigo. Cuando llegué al desván, me quedé de pie esperándola sin saber qué hacer, así que decidí quitarme la ropa para que ella no tuviera que decírmelo.
Esperé por un buen rato hasta que apareció por la puerta y se quedó seriamente mirándome.
-¿Quien te ha dicho que te desnudes? -Preguntó con un tono de voz severo.
-Yo... nadie... pensé que sería mejor si...
Se acercó rápidamente hacia donde yo estaba, se puso frente a mi y con una mano me agarró del pelo para que la mirara directamente a los ojos y con la otra apretó fuertemente la pinza de mi pezón derecho, haciendo que gritara de dolor.
-Tú no tomas decisiones, ¡ninguna! ¿Te enteras Anna? -Dijo acercando su boca a mi cara.
-Sí, mi Ama. -Dije con lágrimas asomándose por mis ojos por el dolor que sentía en mi pecho.
-Eso es. -Dijo más calmada todavía mirándome a los ojos. -Todo esto es por tu bien, tienes que aprender cómo comportarte y saber quien manda de una vez. Colócate ahí. -Dijo señalando el centro del desván de donde de una viga muy grande habían dos cuerdas gruesas que al final tenían dos esposas de cuero negro.
Mi cuerpo volvió a temblar cuando las vi porque ya sabía lo que iba a acontecer.
El dolor en mis pezones se estaba haciendo ya muy agudo, pero ella no me las quitaba ni me preguntaba cómo sentía mis pechos. Se acercó a mi y me puso las esposas en las muñecas apretadas bastante fuerte, casi ni podía mover mis manos.
También me colocó algo en los pies que cuando alcancé a ver, se trataba de una barra separadora. Estaba de puntillas en el suelo y ahora no podía ni cerrar las piernas.
Me dejó unos segundos atada sin hacerme nada, hasta que volvió con un látigo corto de color negro grueso por donde se agarraba y cada vez más fino de una punta a otra. Se puso frente a mi y me dijo:
-Lámelo. -Me ordenó poniéndome el látigo en la boca.
Yo la miré sorprendida pero hice lo que me pedía, sin sacar mucho la lengua, como si fuera un perro pequeño bebiendo agua con su pequeña lengua. Me sentí muy humillada.
Cuando ni terminé de lamer, me lo quitó de la boca y se colocó detrás mía.
-¿Por qué voy a castigarte Anna? -Preguntó haciendo sonar el látigo en el aire provocando que me estremeciera de pavor.
-Porque casi me dejo besar por otra persona. -Dije con voz temblorosa.
-¿Qué más? -Volvió a decir haciendo sonar de nuevo el látigo en el aire.
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HIPNOTIZADA
RomanceAnna Stone es una famosa escritora de relatos eróticos a la que le atrae el mundo del BDSM. Un día decide ir a husmear en una fiesta de esta temática y allí recibe su primer castigo de parte de una mujer que llevaba años siguiendo su carrera como es...