Fuimos con el coche hacia un sendero a fueras de la ciudad. Su atuendo y sus zapatos no eran para coger por esos caminos pero aún así, ella llevaba esa falda negra ceñida a su cuerpo por encima de las rodillas y una camisa blanca muy bien planchada y escotada que le quedaban divinamente y bueno, sus tacones negros, que a pesar de que íbamos transitando por suelo de tierra con pequeñas rocas, caminaba como si fuera un suelo liso.
En el coche no hablamos de nada, simplemente escuchamos la música y ahora, ella seguía en silencio mirando el paisaje, parecía muy cómoda y estar disfrutando del momento.
Lo que se me hacía raro era que llevaba su bolso, no se para qué le iba a servir su bolso aquí. Nos estábamos acercando a una zona más verde llena de árboles que daban mucha sombra. Cuando entramos ahí, la señora Alisson se paró de repente, por lo que yo hice lo mismo también y, entonces, bruscamente me cogió del cuello y me llevó de espaldas hacia el tronco de un árbol. La miré y me estaba mirando a los ojos hasta que me besó y metió su lengua en mi boca buscando la mía, la cual encontró fácilmente porque me excité bastante al ser tan repentino.
Llevó una de sus manos a mi pezón derecho y comenzó a tocarlo suavemente para después retorcerlo con fuerza. No podía parar de gemir en su boca al contacto con sus manos y ella no dejaba de apretar la mano que tenía en mi cuello.
-No te voy a perdonar... -Dijo entre jadeos y besos. -Que me hayas vuelto a mentir y que ... me hayas hecho creer que estabas liándote con Rousse... -Apretó más mi cuello.
-Lo... lo siento... mi...Ama... -Dije sin apenas articular palabra.
-Vas a aprender... a no volver a mentirme Anna... Dame tus manos. -Ordenó de repente después de haberme mirado a los ojos con una mirada muy sensual.
Puse mis manos juntas por inercia, lo que no me esperaba es que sacara de su bolso una cuerda que ató, primero, a una de mis manos, luego rodeó el árbol y ató la otra. No podía moverme, estaba completamente pegada al tronco.
Sacó unas tijeras y comenzó a cortar mi ropa.
-Mi Ama... mi ropa... -Dije con sorpresa.
-No te va a hacer falta durante unos días, no tienes derecho a llevarla. -Dijo fulminante.
Dirigí mi mirada hacia otro lado en señal de arrepentimiento.
-Ahora voy a usar contigo un aparatito muy curioso, se llama The Flex Capacitor y produce descargas eléctricas que no te van a gustar nada.
-¿Descargas eléctricas? -Pregunté asustada.
-Sí... ese es tu castigo y por más que grites nadie va a oírte, así que grita lo que quieras. -Dijo metiendo su mano nuevamente en su bolso para sacar el objeto.
La miré aterrada, el producto era como un palo de color blanco que tenía en la punta un círculo semi cerrado de color negro.
Fue acercándomelo poco a poco a mi cuerpo desnudo mirándome a los ojos mientras sonreía ladinamente , así daba aspecto de sádica. Cuando el objeto tocó mi cuerpo no pude contener un grito que salió de mi boca al contacto.
-Por favor... -Supliqué.
-Por favor, ¿qué? Llevo desde que fuiste mi sumisa soportando tus mentiras, ¿tienes una idea de lo mal que lo paso cuando lo haces?
-No me gusta hacerlo, no me gusta mentirte pero tengo miedo... -Dije aguantando mis lágrimas.
-¡Pero lo haces! -Volvió a decir dándome otra vez con el aparato.
-¡Ahhh! ¡Por favor mi Ama! -Grité llorando a mansalva.
-¡Lo haces y me lastimas! -Gritó tocándome con él.
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HIPNOTIZADA
RomanceAnna Stone es una famosa escritora de relatos eróticos a la que le atrae el mundo del BDSM. Un día decide ir a husmear en una fiesta de esta temática y allí recibe su primer castigo de parte de una mujer que llevaba años siguiendo su carrera como es...