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Pov's Buenos Aires

La habitación en la que me encuentro,  está muy oscuro y frío, mis manos tiemblan... no, todo mi cuerpo está temblando, no sé si será por el frío o por el miedo. Córdoba también está acá pero no me ha dicho nada hasta ahora, solo se quedó sentada en esa esquina. Escucho unos ruidos, es mi padre...no quiero saber lo que le están haciendo. No quiero saber nada.

Intenté derribar la puerta pero no se pudo y aún me siento mareado, recién desperté. No recuerdo casi nada, sólo tengo la imagen de Pekín...

¿Por qué me hizo esto? Se supone que éramos amigos, pero él viene y me droga, o algo así, y me trae a esta porquería. Está ayudando a ese loco de mierda, además de que secuestra también a mí hermana. Acá hay algo que no está bien, como que no cuadra, China no era así y Pekín menos, ningún miembro de la familia china se atrevería a dañarnos. Somos compañeros, nos cuidamos la espalda, ¿Qué pasó?. Sin embargo, no recibí ningún golpe y Córdoba tampoco, por lo que solamente nos durmió.

Estoy seguro de que hay algo más.

La puerta de la habitación se abrió repentinamente dejando que se ilumine un poco el ambiente, Córdoba me abrazó con fuerza, sentía su pulso cardíaco acelerado y lo frío que estaba su cuerpo. Era él, ese desgraciado, aquel que lo consideré mi amigo. Me puse al frente de mi hermana, no iba a permitir que la lastime, primero tendrá que pasar sobre mí.

—¿Qué mierda hacés acá?... Vos le llegás a tocar un pelo a mi hermana y te juro que te arrancaré los dedos con mis dientes—. Córdoba me pedía que no lo provocara, pero yo estaba dispuesto a dar pelea aunque sea para evitar que la toquen. Pero noté el tambaleante andar de Pekín, además su ojo estaba sangrando. No bajé mi guardia ante eso pero una parte de mi sentía lastima por él.

—Largo... váyanse... ahora—. Sonaba bastante débil y se sujetaba del marco de la puerta, ¿Qué tendrá planeado? ¿Se piensa que soy boludo para caer en sus trampas?... momento...¿Lo dice en serio?. —No te quedes ahí Buenos Aires, vete, vete con tu hermana ahora...—. Volvió a insistir, no entendía por qué hacía esto.

Córdoba se alejó de mí y se aproximó a Pekín. Aún desconfiaba de sus palabras y traté de que Cordi no se acerque. Ella tomó entre sus manos el rostro de él, ese hombre le pedía perdón y le imploró que nos vayamos ahora. Decidí creerle, pero ese chico está muy lastimado, no da más.

—Vení con nosotros—. Quise que escape también de aquí, pero se negó y me dijo que aún debía hallar el modo de arruinar los planes de su padre.

30 Días no son nada; UsArg [Finalizado•Editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora