IX

226 19 8
                                    

–¡Josie! ¿Estás bien?

Marsha había conseguido por fin abrirse paso entre la gente hasta llegar junto a su amiga. Penelope se puso en pie: el momento se había desvanecido y había sido sustituido por un enfado irracional.

–¿Está contigo?

La bailarina contempló los ojos verde oscuro de Penelope y trató de no dejarse intimidar.

–Sí, es mi amiga y la voy a llevar a casa.
–Te sigo –afirmó, en un tono que no admitía réplica.
–No es necesa...
–Gracias, Penelope, pero estoy bien. –Josie las interrumpió, en tono vacilante. La morena se acercó a ella y la ayudó a ponerse en pie.
–¿Volverás?
–No... no estoy segura. Creo que sí... Más adelante... Puede que dentro de unos días –Josie se sintió confusa y emocionalmente exhausta, pues la acosaban de nuevo todas sus dudas. Una parte de ella quería volver a notar en su cuerpo aquellos brazos, pero otra parte aún más grande quería huir. El interés que había despertado la había puesto nerviosa y lo único que deseaba era marcharse.

Penelope le soltó la mano.

–Aquí estaré –dijo. Era una promesa que pronunciaba para colmar una necesidad no expresada.
–Vale. Te buscaré.

Alice se volvió hacia Lana, que estaba sentada frente a la barra.

–La nueva chica del mes –le dijo, con desdén–. Me parece que te han sustituido, cariño.
–Vete a la mierda, Alice.

Lana salió al patio hecha una furia. Penelope permaneció en los escalones de la entrada y contempló a Josie y a Marsha mientras se alejaban en el coche. Lizzie se acercó a ella por detrás.

–Una gran actuación.
–No era ninguna actuación. Era completamente real. –Se volteó y le lanzó una mirada gélida a la portera.
–Sí, bueno, ya. Lo que quiero decir es que ha sido impactante.
–Jamás había visto tanto dolor. Espero que quien le haya hecho eso esté muerta.

Penelope descendió la escalera sin molestarse en volver la vista.

––––––––––––––––


–¿Lila?
–Sí. ¿Pen?
–Sí, soy yo.
–¡Qué sorpresa! ¡Han pasado semanas! ¿Cómo estás, cariño?
–Ha pasado bastante tiempo, ¿verdad? Yo estoy bien. ¿Y tú?
–¡Muy bien! Amy y yo nos acabamos de comprar una casa. ¡Madre mía! ¿Te lo imaginas? Ya la han empezado a construir y estará terminada en noviembre. Jamás se me había ocurrido que una se podía emocionar tanto al comprar algo. Tienes que venir a verla con nosotras. Hemos ido haciendo fotos a medida que avanzan las obras y ya empieza a cobrar forma. Amy está como una niña con zapatos nuevos.

Penelope sonrió mientras escuchaba la alegre cháchara de su primera novia. Lila siempre había sido así, vital y desbordante de entusiasmo. Incluso después de un accidente que casi le costó la vida, consiguió dejar de lado el dolor crónico que seguía atormentándola a casa momento y volver a ser la mujer alegre que siempre había sido, aunque ahora se cansara antes.

–Es fantástico, Lila. Felicidades. ¿Dónde está la casa?
–Al norte, cerca de Richmond. Estaremos sólo a cinco minutos de mis maravillosos sobrinitos y sobrinitas, y a quince de los padres de Amy. Está muy bien situada. Y para ir al trabajo tardaremos la mitad de lo que tardamos ahora. Tengo unas ganas de trasladarme...
–Me alegro mucho por ti, preciosa. Es obvio que a Amy y a ti les va muy bien.

La voz de Lila se volvió un poco nostálgica.

–Sí. Carrie y yo nos estamos esforzando por ser amigas. Lo ha pasado muy mal con la separación. Y, finalmente, Amy ha aceptado que seamos amigas. Ha sido difícil, pero parece que ahora las cosas empiezan a marchar. Menos mal –exclamó. Dejó de hablar y escuchó durante unos segundos el significativo silencio que le llegaba desde el otro lado–. Penelope, cariño, ¿estás bien?

The life in his eyes - PosieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora