Lana marcó el número que esa misma mañana había memorizado de las fichas de las clientas. En parte, esperaba que le saliera el contestador, pues suponía que Penelope filtraba las llamadas, así que se quedó un poco sorprendida cuando oyó la voz profunda.
–Eh... hola. ¿Penelope?
–Yo misma. ¿Esperabas encontrar a otra persona, Lana?
Oh, vaya, bonita forma de empezar.
–No, perdona. Esperaba que me saliera el contestador. Pero me alegro de hablar contigo. Espero que no te moleste que haya buscado tu número en la ficha del gimnasio.
–No, no me molesta, pero me sorprende que me llames, teniendo en cuenta nuestra última conversación.
–Ése es uno de los motivos por los que esperaba hablar con el contestador.
–¿Y cuáles son los otros?
–Creía que eras de las que no cogen el teléfono a menos que estén esperando una llamada.
–En eso tienes razón, pero me ha podido la curiosidad. Normalmente no vuelvo a saber nada de las mujeres que me llaman fría e hija de puta, a menos, claro está, que seas Alice.
–Te pido disculpas. Por favor, no me compares con ella. Estaba enfadada, pero ahora ya no lo estoy. Me gustaría quedar contigo para intentar arreglar esto.
–Mira, Lana, me gustas, de verdad, pero creo que buscamos cosas diferentes y...
–Ya lo sé, Penelope. No te estoy pidiendo
una relación, sólo que seamos amigas y, como tú misma dijiste, ya veremos qué pasa.
–No quiero correr el riesgo de que salga mal, Lana. Teniendo en cuenta todo lo que ha pasado desde que nos conocemos, y no hace tanto, me parece que la cosa no pinta muy bien, ¿no crees?
–Te entiendo. Improvisemos sobre la marcha, ¿vale? Me gusta estar contigo y creo que a ti te gusta estar conmigo. Quedemos de vez en cuando, sin ataduras.Penelope no se esforzó por disimular un suspiro.
–Lana, creo que eso de «sin ataduras» es un mito. Es humanamente imposible.
–Lo digo en serio, Penelope. Sinceramente. Y creo que es posible, si de verdad quieres que seamos amigas.
–Claro que quiero que seamos amigas. Vale, pues probemos, sin ataduras. Me parece que ya tienes algo planeado.
–Sí. ¿Qué haces el domingo por la noche?
–Nada. ¿Qué pasa?
–Mike me ha regalado dos entradas para el estreno de Romeo y Julieta, con el Ballet Nacional. ¿Te apetece?
–¿Te las ha regalado Mike? ¿Por qué?
–Es una historia muy triste. La morenita esa que le gustaba desde hace tiempo le ha dado calabazas. Es una lástima, porque hacían muy buena pareja.
–Mierda. Es la que le presenté yo. Bueno, si el destino no lo ha querido así...
–Qué me vas a contar. Bueno, ¿te animas?
–Conque al ballet, ¿eh? Bueno, la peli me gustó. Sí, ¿por qué no?
–¡Genial! Empieza a las ocho. ¿Quieres que pase a recogerte?
–No, antes tengo que hacer unas cuantas cosas. Ya iré yo a buscarte, a ver, a eso de las siete. ¿Te parece bien?
–Me parece perfecto. Pues nos vemos entonces.
–Vale. Lana, me alegro de que me hayas llamado. Me gusta estar contigo y tengo ganas de verte el domingo.
–Yo también. Un beso.
–Adiós.La noche del domingo llegó muy deprisa. Lana estaba en el vestíbulo cuando Penelope aparcó el descapotable rojo frente al bloque de pisos. Puso los intermitentes de emergencia y salió del coche, con la intención de llamar al timbre, pero en ese momento vio que Lana cruzaba las puertas de cristal.
–Ah, hola. ¿Llevas mucho rato esperando? Es que me ha pillado un atasco en Church Street.
–No. Acababa de salir del ascensor cuando te he visto llegar. Caramba, ¡sí que te has arreglado! Me parece que es la primera vez que te veo con algo que no sean vaqueros –dijo.Penelope llevaba botas, pantalones negros de pinzas y una camisa negra de lino, de cuello abierto. Completaba su atuendo una fina gabardina de piel.
–Gracias, aunque debo decirte que los vaqueros son la prenda más perfecta que jamás se haya fabricado en la historia. La piel ocupa el segundo lugar, muy cerca. Y tú también estás muy guapa.
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The life in his eyes - Posie
Fanfiction«El amor de verdad no es para los pusilánimes, pues el valor que se necesita para superar su pérdida y volver a amar es más de lo que las personas normales y corrientes pueden soportar.» A Penelope Park no le falta compañía. La hermosa morena despre...