A Josie le sudaban las manos sobre el volante: el hecho de estar a solas con Penelope, en la intimidad de su casa, convertía su estómago en un manojo de nervios. Le costaba concentrarse en la conducción, por no hablar ya de prestar atención a las indicaciones. Comparada con el latido de su propio corazón, la voz de Penelope parecía lejana y hueca. No tendría que haber dicho que sí. No estoy preparada para esto.
–¿Jo? ¡Josie, es aquí!
–¿Qué?... ¡Mierda! Perdona, ¿me he pasado?
–Sí, pero da igual. Ponte en el carril de la derecha y gira por esa calle lateral. Daremos la vuelta a la manzana –dijo Penelope. Miró por encima de su hombro para ver si venían coches–. No viene nadie –anunció. Se fijó en que Josie abría y cerraba las manos sobre el volante, de forma rítmica. Estaba convencida de que, una vez que hubiera llegado a su casa, la castaña ya habría cambiado de idea y se habría echado atrás. No se le ocurrió nada para tranquilizarla–. Vale, aquí mismo, un par de edificios más abajo. La entrada está a la izquierda, después de la segunda farola.Penelope la guió por el aparcamiento, hasta una plaza vacía señalizada con el número 801-2. El Z3 estaba estacionado en la plaza 801-1, justo al lado. Josie aparcó el coche, pero dejó el motor en marcha. Permanecieron en silencio durante un minuto, que pareció una hora. Finalmente, Penelope no pudo más.
–¿Quieres subir? Las palomitas te están llamando –dijo. Se inclinó hacia delante, buscando la mirada de Josie–. Te prometo que no te voy a morder – añadió. La expresión de la castaña la hizo compadecerse–. No pasa nada, ya quedaremos otro día que te apetezca, en serio. –Penelope se acercó y le apretó la mano–. Y por si algún día quieres hablar de algo, que sepas que se me da muy bien escuchar.
Josie se volvió para mirar a la morena y vio reflejados en sus ojos el afecto y la compasión que había detectado en su voz. Sirvieron para traspasar su miedo y conseguir que su corazón desbocado se tranquilizara. Apagó el motor.
–Estoy bien. Vamos a ver una peli.
–¿Estás segura?
–Sí.
–Perfecto. Pues vamos.Subieron en silencio en el ascensor, cada una absorta en sus propios pensamientos.
Tengo que ir paso a paso con ella. Está sufriendo y es asustadiza como un potro. Nada de contacto, a menos que sea ella quien lo inicie. Y nada de preguntas estúpidas que la hagan encerrarse en sí misma o salir huyendo.Denise tenía razón. No me presiona y tengo la sensación de que puedo confiar en ella. Lo único que tengo que hacer es esforzarme más para controlar mis sentimientos cuando estoy con ella. Me resultará más fácil cada vez. Ya lo es. Aún te quiero, Vic. ¿Sigues velando por mí?
Una campanilla apenas audible les indicó que habían llegado. Penelope le señaló el pasillo a Josie.
–La 801. La última puerta a la izquierda.
Josie permaneció detrás de Penelope, mientras ésta abría la puerta. Cogió aire
con fuerza y cerró los ojos durante unos segundos, presa del nerviosismo. Penelope le sujetó la puerta y le permitió entrar en primer lugar.–Bienvenida a mi humilde morada.
El piso estaba tenuemente iluminado: el resplandor procedía de una lámpara halógena de pie, muy alta, situada en un rincón de la salita de estar. Las cortinas verticales estaban subidas y dejaban a la vista la puerta que daba acceso a un amplio balcón. A la luz del atardecer otoñal, Josie divisó una espléndida vista del lago.
–Te traigo algo para beber y luego pasa y siéntate, si quieres –dijo Penelope. Encendió la luz de la cocina, abrió la nevera y empezó a rebuscar–. Veamos: tengo vino, un blanco alemán, no muy seco; cerveza, Corona y Blue Light; vodka Absolute; Coca-Cola, ginger-ale, soda y zumo de manzana o de naranja. Ah, y Bailey’s. ¿Qué quieres tomar, querida? –preguntó, mientras se volvía para sonreír a su invitada.
–Un Bailey’s. Me apetece. Me ayudará a tranquilizarme.
–¿Solo o con algo?
–Hielo y ya está, gracias.
–Marchando un Bailey’s con hielo, mademoiselle.
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The life in his eyes - Posie
Fanfiction«El amor de verdad no es para los pusilánimes, pues el valor que se necesita para superar su pérdida y volver a amar es más de lo que las personas normales y corrientes pueden soportar.» A Penelope Park no le falta compañía. La hermosa morena despre...