Lizzie abrió la puerta cuando reparó en la figura vestida de negro que subía la escalera
–¡Hola, P! ¿Qué tal? –dijo. La portera se dio cuenta inmediatamente de que algo iba mal–. Oye, ¿estás bien?
–Sí, estoy bien, pero necesito una cerveza.
–¿Una semana muy dura?
–Sí, algo así –Penelope respondió sin detenerse y se dirigió a la barra.Se abrió paso a codazos entre la gente, hasta que encontró un taburete vacío. Pidió un Absolute solo doble, bien frío. Arrojó los billetes sobre la barra y vació el contenido del vaso de un solo trago.
–¿Me lo quieres contar, cariño? –dijo Rachel, con una voz muy dulce. Se inclinó hacia delante y obligó a Penelope a mirarla a los ojos–. Sabes que yo te escucho.
–Gracias, pero no. ¿Me pones una cerveza? –respondió. Ya había empezado a notar el calor del vodka en el estómago, aunque no conseguía derretir el frío gélido que sentía en las venas.
–Te invito –dijo Rachel, dejando la Corona sobre la barra–. Y si necesitas que te lleve a casa, me lo dices, ¿vale?
–Gracias, Rach.Penelope se alegró de que la camarera no hubiera insistido mucho. No quería irse a casa, lo único que quería era tomarse en paz la cerveza, sin interrupciones bien intencionadas. Necesitaba actividad pasiva a su alrededor. La ayudaba a tranquilizarse, pues ya había empezado a notar la frustración que se iba acumulando en su interior, esa clase de frustración que hace que una tenga ganas de tirar algo y escuchar el estrépito con satisfacción. Al estar en público, se vio obligada a permanecer inmóvil, a controlar su agitación y su energía negativa.
–Pero bueno, ¿esta noche estás sola? Qué casualidad.
Al reconocer aquella voz despreciable, Penelope sujetó la botella con fuerza y los nudillos se le quedaron blancos. Pasa de ella. Igual se larga. Alice no sólo no se marchó, sino que se hizo un hueco entre los taburetes y se colocó desagradablemente cerca de Penelope.
–Me parece que ésta es mi noche de suerte. Estás muy guapa vestida de negro. Aunque desvestida aún estás más guapa –dijo, riéndose de su propio chiste–. Bueno, ¿qué tal?
Penelope volvió muy despacio la cabeza y contempló a Alice con una mirada amenazadora, fulminante.
–Déjame... en... paz –dijo. Los músculos de su rostro se tensaron al pronunciar aquellas palabras entre dientes.
La mirada de la rubia reveló temor por un segundo, pero ese temor desapareció tan rápido como había aparecido y fue sustituido por una expresión lujuriosa y esperanzada. Así había encontrado a Penelope aquel viernes por la noche, ya hacía meses: enfadada, desafiante como una cobra dispuesta a atacar, desesperada por liberarse de la inquietud que le atenazaba el estómago. Y, desde luego, se había liberado: gozando bruscamente de Alice una y otra vez, haciéndole sentir cosas que nunca había sentido con nadie. Alice parpadeó, contuvo un jadeo al recordar el éxtasis de aquella noche y pensó que la oportunidad se le presentaba de nuevo. Entornó los ojos en un gesto seductor.
–No hablas en serio. Ya veo que estás muy tensa, cariño. Sabes que yo te puedo ayudar a relajarte, ¿verdad? Como la otra vez. Nos lo pasamos muy bien, supongo que te acuerdas.
Las dos mujeres se observaron detenidamente.
–No lo pillas, ¿verdad? Lo que yo recuerdo es que no tendría que haber pasado nunca. Y ahora, lárgate, porque como sigas insistiendo no te va a gustar lo que tengo que de...
–¡Hola, Alice! –dijo Marsha, que acababa de llegar, muy contenta y casi sin aliento–. ¡Hola, Penelope! No nos han presentado oficialmente, pero soy Marsha, la amiga de Josie. ¿Te acuerdas de mí? ¿Dónde está Josie? Quiero presentarle a mi novia.La morena se volvió hacia la recién llegada y la observó con frialdad.
–No está.
–Oh... –dijo Marsha, un tanto confusa–. Me había dicho que esta noche no podía salir con nosotras porque había quedado contigo en el centro, para ir a cenar. Cuando te he visto, he pensado que... –Contempló alternativamente a ambas mujeres. Alice tenía la mirada fija en Penelope y se debatía entre el deseo, la rabia y la envidia. Penelope les dio la espalda a las dos y hundió los hombros con un gesto agresivo–. Me parece que no es buen momento. Las dejo solas – dijo la bailarina y se marchó a toda prisa, deseosa de alejarse de la tormenta que se estaba formando en aquel rincón del bar.
–Vaya... Parece que esa nena tan romántica te ha dado plantón. Oh, pobrecita, qué triste está.
–Calla de una puta vez.
–Esto es impagable. ¿Qué le has hecho? ¿Espantarla hasta la próxima semana?
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The life in his eyes - Posie
Fanfiction«El amor de verdad no es para los pusilánimes, pues el valor que se necesita para superar su pérdida y volver a amar es más de lo que las personas normales y corrientes pueden soportar.» A Penelope Park no le falta compañía. La hermosa morena despre...