Lo último que Josie esperaba –o deseaba– ver cuando aparcó un poco más tarde en la entrada de su casa era el Seville de su madre. Antes incluso de que pudiera apagar el motor, Caroline Saltzman ya estaba junto a la ventanilla del conductor.
–¡Josie, por Dios! ¿Dónde estabas? ¡Es la tercera vez que vengo hoy! ¡Estaba preocupadísima!
–Hola, madre. Estoy bien –dijo Josie. Bajó muy despacio del coche, sin ganas de afrontar el interrogatorio.
–He llamado al estudio de danza esta mañana y Madame Plante me ha comunicado que estabas enferma. Ha dicho que esta mañana a primera hora ha llamado una mujer para decir que no irías. ¡He venido aquí corriendo, pero no estabas! ¡Casi me da algo!De repente, Josie se sintió muy cansada: las energías que había recuperado en casa de Penelope se le estaban escapando a marchas forzadas.
–¿Quieres entrar? –preguntó. No esperó la respuesta, pues sabía que su madre la seguiría.
–¡Pues claro! ¡Quiero saber qué pasa y dónde has estado! ¿Quién es esa mujer?
–Madre, por favor. Entra. –Josie abrió la puerta y empezó a subir la escalera–. ¿Quieres tomar algo?
–Sí, un té. Pero quiero saber qué está pasando aquí, jovencita.Josie ignoró deliberadamente la pregunta mientras se dirigía a la cocina y se apresuraba a preparar té para las dos.
–Ahora mismo me reúno contigo en la
salita, madre. Dame un minuto. Ve a sentarte.La mujer contempló a su hija durante unos segundos y luego se alejó, indignada, por el pasillo. Sus tacones resonaron sobre el suelo de madera.
Josie se sintió débil y se apoyó con dificultad en la encimera. Se había pasado todo el día charlando serenamente con Penelope. Sabía que la morena la entendía y la floreciente amistad que había surgido entre ambas le había dado fuerzas. Se dio cuenta de que, en veinticuatro horas, Penelope había descubierto y aceptado más cosas de ella que sus propios padres en los últimos dos años. El hecho de que una mujer a la que conocía desde hacía pocas semanas supiera más de su estado mental que las personas a las que debía su presencia en este mundo decía muy poco en favor de su vida familiar. Preparó la bandeja y recorrió el pasillo, resignándose a soportar el enfrentamiento que se avecinaba.–Aquí lo tienes, madre –dijo. Se sentó al otro lado de la habitación y esperó el aluvión de preguntas, pero no estaba preparada para el tono glacial de su madre.
–Cariño, déjame que antes de empezar a discutir te diga que tu padre y yo estamos muy preocupados por tu salud. No te has recuperado como esperábamos después de tu regreso a casa. Por tanto, queremos que vuelvas a hacer terapia. También queremos que te instales en casa y empieces a relacionarte con tus amigos de siempre. Landon me pregunta mucho por ti –dijo Caroline. Se acomodó en el sofá, bebió un sorbito de su té y pareció muy satisfecha de sí misma mientras esperaba la respuesta de su hija.Josie tradujo mentalmente las palabras de su madre. Pensaban que dejaría de ser lesbiana cuando volviera de Londres. Creen que, si me instalo de nuevo con ellos, podrán controlar mis actividades y decidir con quién salgo. Hubo una época en que Josie veneraba a sus padres, sobre todo a su madre, cuya elegancia quería emular hasta tal punto que le resultaba doloroso. Su padre la adoraba cuando era pequeña, pero luego se había ido distanciando al crecer ella y dedicar años y años al ballet. Cuando abandonó su carrera como bailarina, la distancia entre los tres se había convertido en un abismo insalvable, agravado por lo mucho que había decepcionado a Caroline Saltzman el fracaso de su hija y por lo poco que le había importado a su padre.
Josie había dado por hecho que los padres y los hijos se quieren, por vago que sea ese cariño, pero ahora sabía que la persona en que se había convertido no estaría jamás a la altura de las expectativas que tenían sus padres respecto a ella. Mientras contemplaba a su propia madre, tan petulante y tan convencida de que su hija acataría sus órdenes, Josie sintió una punzada de remordimiento y se dio cuenta de que aquella mujer no le caía muy bien.
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The life in his eyes - Posie
Fanfiction«El amor de verdad no es para los pusilánimes, pues el valor que se necesita para superar su pérdida y volver a amar es más de lo que las personas normales y corrientes pueden soportar.» A Penelope Park no le falta compañía. La hermosa morena despre...