Cuando su alarma sonó, el sol apenas entraba por su ventana. Se despertó temprano con la intención de preparar el desayuno, mimar a su madre y pedirle permiso de pasar la tarde en casa de Richie. Claro que había un cincuenta por ciento de que se negara, el otro cincuenta podría ser un sí, por lo que no perdía la esperanza.
Se levantó y se estiró, fue al baño y abrió la regadera esperando a que saliera el agua caliente. Mientras se desnudaba se preguntaba en voz baja qué debía usar para un encuentro casual con Richie; él en especial siempre trataba de verse bien y relajado, pero con Richie era diferente, quería llamar la atención y sentirse inigualable.Cuando salió de la ducha, le dio una calada a su inhalador, tomó las píldoras correspondientes y se colocó protector solar. Tomó unos calzoncillos, un short de mezclilla con el final remangado, se fajó una playera amarillo brillante de manga larga y cuello redondo que le quedaba una talla más grande; pero se negó a devolverla porque no estuvo seguro de poder encontrar un color tan hermoso como aquel. Se calzó unos tines blancos y sus tenis converse del mismo color a su playera. Peinó su cabello igual que siempre y se perfumó, porque claro que sí, él debía verse irresistible y tierno para ser protegido por el gran Richie...
Ahg, Dios.
Bajó con una energía indescriptible por las escaleras; puso una sartén con aceite a freír, mezcló tres huevos con cebolla, pimiento y cilantro, puso pan a tostar e hizo café en una olla grande. Su madre por detrás lo veía asombrada.
―Eddie, cariño, ¿Por qué tan animado? ―se acercó y puso su mejilla frente al menor, éste la besó.
―Oh mira qué coincidencia que lo preguntes, estaba platicando con mi amigo Richie, ya sabes, el chico con el que me quedo a hablar cuando tú te vas con tus amigas, mami ―su madre tomó asiento cuando Eddie le ponía un pan tostado y huevo servido en un plato frente a ella―; y me invitó a pasar la tarde en su casa junto a su hermano mayor para escuchar música y... hacer cosas de muchachos.
―¿Y tú para qué quieres ir a escuchar música con él? En ese caso mejor pónganse unos audífonos cada quien desde la comodidad de su casa.
―Oh, es que es mejor platicar sobre música acompañado y discutir sobre las canciones de moda.
Eddie se sentó a lado de su madre viéndola desayunar con calma, tomaba el café con una lentitud impresionante y él solo quería gritarle que por favor lo dejara ir.
―¿Y por qué debería dejarte ir con ese tal Richard?
―Ah pues mami, como Richie es hijo de Maggie, tu amiga de la secundaria...
―¿Maggie? ―indagó con asco mientras bajaba sus gafas para mirarlo a los ojos.
—Sí, mami. Solo será ésta tarde, desde que Stanley se fue de vacaciones no salgo casi nunca con nadie.
La señora K. estaba tomando café cuando asintió, y aunque en el fondo le disfrutaba bastante la idea, decidió darle gusto un día a su pequeño. Eddie le abrazó por los hombros y le dio gracias infinitas. Su única condición fue que el tal Richard lo trajera a casa temprano para la cena.
Treinta minutos antes de la una, Eddie tomó su mochila de la preparatoria y puso un libro, un par de plumas, un cuaderno y dos barras de chocolate con almendra. Se despidió de su madre y se encaminó al dichoso parque donde se encontraría con Richie. Y no lo negaba, iba nervioso; porque una cosa era ir al médico sabiendo que tendría que verlo porque era ahí donde él estaba siempre, a que él fuera por cuenta propia a encontrarse e ir a su casa con la finalidad de pasar una tarde como amigos.
Puntualmente a la una Eddie tomó asiento en una banca en el principio de dichoso parque y a los minutos vio a Richie caminar hacia él con fanfarronería. Traía un par de pantalones de mezclilla negro deslavado con las rodillas rasgadas, una playera negra y debajo una de manga larga de cuello de tortuga de color blanco. Traía unos botines negros con las agujetas sueltas del final como si le diera bastante pereza hacer un maldito nudo. Y el asmático estaba admirándolo, no quería mentirse, se veía tan atractivo y despreocupado como solía ser.
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Piel escrita // reddie
FanfictionRichard Tozier era alérgico a la fricción y Edward Kaspbrak lo sabía muy bien.