𝕥𝕣𝕖𝕚𝕟𝕥𝕒 𝕪 𝕦𝕟𝕠

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—Te vendría bien venir. Ya sabes, los demás quieren verte —habló Hanlon pegado al pálido más alto. Recorrían el jardín con tremenda calma en sus piernas, cerca del naranjo plantado.

—Eds se va a volver loco si se entera que salí a una fiesta después de que estuve en terapia —respondió a secas—, ¿traes un cigarrillo?

—¿Y acaso no se volverá loco si tú sigues fumando? —preguntó con una risa que vino desde el fondo. El otro le miró con cinismo, se notaba a leguas que no se hallaba de humor para sus juegos. El chico de piel negra sacó una cigarrera de plástico de su bolsillo; se la había regalado su novia para evitar el exceso de plástico en los mares, aunque, en ese momento le parecía irónico.

Le acercó el plástico y ágilmente el pálido tomó uno con sus falanges huesudas y le giró el filtro para descansarlo rápidamente entre sus labios; entonces Mike ya tenía la flama quemando el papel de éste. Llevaban tanto tiempo compartiendo el mismo vicio que se formó una manía rutinaria entre ambos masculinos.

—De verdad que necesitaba un tabaco —expuso con el humo navegando fuera de su nariz al mismo tiempo que sus palabras. Le dio una calada más profunda continuamente. Y así unas dos veces más.

Ese viernes nocturno, su mejor amigo le había caído con debida sorpresa, bueno, todo le venía como sorpresa desde que se le ocurrió la gran idea de destrozar su teléfono por los aires.

En seguida, Mike se enteró sobre la «pequeña discusión», como contó Richard, que él y su novio habían protagonizado en días pasados, y que después de dichosa actuación, Eddie se había mantenido fuera de su alcance, limitándose a visitas de unos miseros minutos con la excusa pitera de que el enfermo debía permanecer reposando y él de verdad cargaba con bastantes tareas que realizar y no tenía ganas de atrasarse. A Richard esto del noviazgo no se le estaba dando de maravilla. Era el primero y parecía que lo quería terminar con sus metidas de pata tan ñoñas.

—Estoy de acuerdo con tu novio, Richie, nunca debes mentir con tu enfermedad. Él se preocupa mucho por tu condición, y con justa razón amigo, no estás en condiciones de darte lujos como esos...

—Sermones todos los días tengo, por favor, ahora no —dictó entre dientes el enfermo. Es que nadie se cansaba, de verdad, de recordarle algo que él ya.putas.sabía.

En su amena caminata, ambos chicos hablaron un poco más sobre el sentir de Richard en su entusiasta primera relación. Su mano derecha escuchó con gusto pues era el confidente de todos esos sentimientos que se guardaban en el hueco que Richie tenía como corazón.

—Me cuida hasta de él mismo —citó Richard, así como lo hizo con su madre la vez del día en que lo movieron a terapia.

—Ah, pero sus buenos besos sí se andan dando, eh —se burló Mike codeando contra el brazo blanquecino de su amigo, suavemente, claro, no quería provocarle algún daño a su compinche.

—Me encanta besarlo, no sé por qué me lo perdí por tanto tiempo —confesó el pálido acabándose su segundo cigarro de la joven noche.

—No es en sí el hecho de besar, es a quién besas, bocazas.

—Tal vez tengas razón, ¿y si soy Eddie-sexual?

El contrario se soltó libremente a reír a carcajadas fuertes con reverenda idea que su amigo acababa de escupir. —¿Qué mierda acabas de decir? —habló Mike dudando de las capacidades neuronales de Richie.

¿Tan mal lo tenia Eddie? Carajo.

Richard llevaba escondiendo la espantosa comezón que en su planta del pie le carcomía. Empezaba a creer que salir en sus superficiales sandalias no fue una buena idea desde el principio. Pero ya era muy tarde, y de ninguna manera debía saberlo su compañero, pues estaba cien por ciento seguro que, si se llegaba a enterar, Hanlon lo mandaría directo a su habitación en una silla de ruedas. Como si no conociera a Mike.

Piel escrita // reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora