—Buenos días par de mariposas —gritó Ben abriendo de un golpe la puerta de la habitación donde Richie y Eddie habían dormido.
— ¿Te quieres callar un maldito segundo, obesa? Me duele la puta cabeza y llevo oyéndote cantar desde hace rato.
—Alguien amaneció molesto con el mundo —Apareció Beverly tomando por los hombros a Ben, ambos sonreían como si no los hubieran ofendido hace nada—; bajen a desayunar, los padres de Bill nos dieron permiso de quedarnos hoy también.
Richie les enseñó ambos dedos de en medio y la pareja cerró la puerta entre chistes.
Eddie aún dormía plácidamente, casi como si fuera sordo.
El pálido lo observó unos segundos con dulzura, tenía en cabello revuelto y la almohada estaba húmeda por la saliva que caía de la comisura de sus labios abiertos. El pequeño era lindo siempre, parecía un pequeño niño indefenso sumergido en sus sueños.
Se levantó con cuidado y sintió su brazo izquierdo arder. En seguida maldijo a todo ser viviente en la tierra.
Se veía completamente rojo y le dolía de una manera punzante; a pesar de tener la almohada separando sus cuerpos, dejó su extremidad debajo de la nuca del pequeño porque no tenía corazón para moverlo al haber caído rendido aquella madrugada. Al instante se recordó lo tonto que había actuado al notar pequeños puntos rojos que le resaltaban a lo largo de su ante brazo y le comenzaban a picar.
Cuando estaba por irse, Eddie bostezó y se estiró; Richie tenía la intención de alejarse lo más pronto posible antes de que se diera cuenta de su problema porque estaba seguro de que el chico se culparía. Por nada del mundo quería que él se sintiera triste por algo que se debió a un descuido.
— ¡Puta madre Richard! ¿Qué te pasó? Jesucristo, voy por tu mochila, ya voy, ya voy —exclamó alterado el pequeño mientras se levantaba con prisa de la cama, salió corriendo escaleras abajo, Richie fue detrás de él.
—Santo Dios, Richie, ¿qué pasó? —Beverly se acercó al chico con preocupación reflejada en su rostro. Los demás dirigieron la vista al más alto y enseguida se acercaron.
—No es nada, siempre pasa.
—Joder, se ve muy mal —Ben trató de tocar el brazo de Richie pero la chica le dio un manotazo—; ¿esto te pasa con frecuencia?
—Casi a diario —respondió Richie con sinceridad.
— ¿N-necesitas que, que ha-hagamos al-algo por ti, Ri-Richard? —preguntó Bill con angustia.
— ¿Puedo bañarme? Necesito agua tibia
—Cla-claro, v-ven, el cuarto de, de mi-mis padres ti-ti-tiene una tina —Bill llevó a Richard al piso de arriba para que pudiera entrar al cuarto de sus padres. Le recordó que cualquier cosa que necesitara no dudara en pedírsela.
Richie le agradeció y abrió la llave para que comenzara a llenarse la tina. Se deshizo del pantalón. No recordaba dónde había dejado su playera. Estaba por bajarse el bóxer cuando escuchó unos toques en la puerta.
Abrió la puerta con lentitud y se trataba de Eddie, quien traía su mochila y la pequeña lonchera donde guardaba todas sus cosas. El mayor le otorgó permiso al pequeño para que entrara y éste acató, claro que con la cara hirviéndole en total vergüenza.
—No tengas pena Eddie, más gente me ha visto desnudo desde hace mucho tiempo, debes acostumbrarte si vas a ser mi novio —El asmático tragó saliva dificultosamente al escuchar la palabra «novio».
La tina se llenaba lentamente cuando Richie tomó su mochila y sacó un pequeño frasco de vidrio con un líquido espeso de color blanco. Después sacó una jeringa nueva con la aguja más grande que Eddie había visto jamás; en seguida tomó un pastillero de color azul que estaba clasificado en siete secciones —uno por cada día de la semana—, seguido de un bote color naranja que parecía también contener pastillas. Sacó un protector solar y un recipiente con la crema que cargaba a todos lados.
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Piel escrita // reddie
FanfictionRichard Tozier era alérgico a la fricción y Edward Kaspbrak lo sabía muy bien.