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El hecho de seguir abriendo los ojos cada nuevo día, para Richie seguía siendo un martirio. No era noticia que él despertara todas las mañanas con alguna parte de su cuerpo irritada.
Con el tiempo había adquirido práctica de cómo curarse sin ayuda de nadie. Ya no le asustaba tener que ver las sábanas llenas de sangre porque la nariz se le irritaba con facilidad; de hecho, cuando sus heridas en la piel eran graves también sangraban, pero no sucedía continuamente. Los baños tibios eran sus preferidos y ya estaba acostumbrado a la rutinaria cantidad de pasos a seguir para tener un día normal.
Solía levantarse temprano. A las ocho casi siempre para ser exactos. En el hospital todo mundo estaba activo desde antes, por lo que no solía soportar tanto ruido y simplemente se despertaba y se entretenía en el celular.
Su reloj biológico ya estaba programado.
Se desnudaba y revisaba cada parte de su cuerpo completo en el espejo, si tenía suerte y solo se le notaban leves rozaduras en lugares visibles y podía tomar un baño de agua tibia en su tina, escucharía música mientras cerraba los ojos e imaginaba cada cosa...
En caso contrario, si estaba muy grave, tenía que inyectar en su brazo lo que le ayudaba a aliviar la comezón y hacía que su piel no obtuviera heridas más adelante. Si estaba en el hospital, siempre se duchaba antes de ingerir todos sus medicamentos, el chico tenía una hojita en donde ponía una cruz al tomar cada uno de los asignados en la lista. Luego se untaba protector solar.
Richie llevaba una dieta especial que le ayudaba a no agravar su alergia y de igual manera tratar de llenarlo de energía, por lo que tenía vitaminas que tomar para recuperar nutrientes. Luego usaba una crema especial que consistía en ayudarle a resistir sus movimientos diarios y después solo tomaba cualquier prenda de ropa y se cubría.
Los doctores resumían que la dermatografía hacía de la piel de Richard muy delicada, y eso todos los días lo escuchaba en su mente, como una cinta grabada. Y aunque aún no le encontraban una respuesta al por qué el roce con la piel le afectaba de manera brutal, más que cualquier otra cosa, le recomendaban que no lo tomara como la prohibición del contacto.
