𝕧𝕖𝕚𝕟𝕥𝕚𝕟𝕦𝕖𝕧𝕖

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𝒴 𝓃𝒶𝒹𝒾ℯ 𝓃ℴ𝓈 𝓁ℴ 𝒹𝒾𝒿ℴ,

𝓅ℴ𝓇𝓆𝓊ℯ 𝓃𝒶𝒹𝒾ℯ 𝓃ℴ𝓈 𝓁ℴ ℯ𝓃𝓈ℯñó,

𝓎 𝒶𝒽ℴ𝓇𝒶 𝒹ℯ𝓅ℯ𝓃𝒹ℯ 𝒹ℯ 𝓃ℴ𝓈ℴ𝓉𝓇ℴ𝓈, 𝒸𝒶𝓇𝒾ñℴ.

𝒪𝒽, 𝒸𝓇ℯℴ 𝓆𝓊ℯ 𝓅ℴ𝒹ℯ𝓂ℴ𝓈 𝓁ℴℊ𝓇𝒶𝓇𝓁ℴ.

𝒜𝓈í 𝓆𝓊ℯ, 𝓃ℴ 𝓂ℯ 𝓂𝒶𝓁𝒾𝓃𝓉ℯ𝓇𝓅𝓇ℯ𝓉ℯ𝓈, 𝓉ú 𝒶𝓁𝓊𝓂𝒷𝓇𝒶𝓈 𝓂𝒾 𝓋𝒾𝒹𝒶.

Don't go breaking my heart — Elton John.

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— ¡Eddie spaghetti! —saludó con emoción atrapada en su garganta mientras se acercaba con pasos agigantados a su pequeño castaño quien ya lo ansiaba con los brazos abiertos. En cuanto los cinco centímetros los distanciaban, sus pieles rozaron primero por las yemas de sus falanges que se entrelazaron dándole paso al tacto entre sus antebrazos juntos. Aún con los brazos estirados a cada lado, acercaron sus pechos y sus mejillas; extrañamente Richie había encontrado esa cercanía como un abrazo «correcto» ante su padecimiento. Y sí, ante la vista de la gente, se asemejaban a un par de niñatos extraños.

Pronto se soltaron y justo se abrazaron un par de segundos. —Bocazas —suspiró Eddie por encima de su hombro, respirando el característico olor del cloro mezclado con medicamentos. No era que le gustara como tal aquel aroma puesto que el olor natural de Richard era cien veces mejor; simplemente amaba cómo se esparcía en el alto—. ¿Cómo estás hoy?

Era miércoles. El asmático había pactado con el pálido que después de clases tomaría su bicicleta y pedalearía lo más rápido que sus piernas vagas le permitían para llegar al hospital a la una de la tarde hasta que terminara su terapia. Según Richard le había comentado, con parcial verdad, que debía quedarse cinco días más bajo observación porque respondía efectivamente al proceso.

Claro que omitió por completo que tenía restringido salir fuera y que el castigo, como le llamaba Richie, se le había impuesto por su imprudencia y las ganas que lo mataban de ver a Eddie todos los días.

—Mejor que nunca, Eds mi amor —respondió el alto separándose del pequeño cuerpo de su novio, que, ah por Dios, era tan pequeño y débil ante sus ojos, amaría a cualquiera que le diera la inmunidad de poder estar abrazado a él toda la eternidad.

— ¿Cómo te está yendo con el tratamiento? —le pellizcó una mejilla sutilmente con dos de sus dedos, con esto el afectado le sonrió y así mismo recorrió sus gafas hacía arriba, descansándolas encima de su cabello.

—No puedo quejarme porque luego me torturan en un sótano secreto —bromeó el pálido codeando al chico castaño quien rió y le pidió que no hablara estupideces—; bueno, tal vez no tengan un sótano secreto... o quién sabe... pero heme aquí, entero de pies a cabeza, así que todo está bien. Y ahora mucho mejor porque el doctor me recetó que un pecoso me diera besitos para soportar la maldita sesión hija de perra de mañana, ¿y qué tenemos aquí? Justo al pecoso de la receta...

Piel escrita // reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora