𝕕𝕚𝕖𝕫

279 34 14
                                    

— ¿Y quién demonios es Richard?

—Como si no estuvieras enterado de que es el chico con el que me junto en el hospital —ironizó Eddie con enfado del otro lado de la línea.

—Ah, el enfermito ese —recordó Stanley mientras se servía en un plato cereal, con el teléfono en su oreja y recargado en un hombro, antes se hallaba arreglando sus maletas pero tenía el estómago vacío.

—Sí, ese —concordó el pequeño y suspiró con ganas—; estábamos tan bien, ¿por qué lo tuvo que arruinar?

—A ver si lo entendí; ¿te besó, pero tú estás feliz de que lo haya hecho, peeero huiste como un puto cobarde?

—Básicamente, sí.

—Yo no veo problema. Dile que te gusta y punto.

—Stanley, ¿estás siquiera tomando el hecho de que él no puede tener una pareja? —Eddie se presentía a punto de colapsar en las últimas horas, así que simplemente llamó al otro chico porque necesitaba decírselo a alguien, desahogarse y que le dieran un consejo. Claro, olvidó por completo que Stanley era una cabeza lógica y los sentimientos no le importaban en lo más mínimo.

—Sí, no puede tener contacto íntimo, pero por lo que sé, ustedes pueden tomarse de la mano, darse abrazos de dos segundos y salir como una pareja normal...

— ¿¡Pareja!?

Le tomó por sorpresa la mención de esa corta, pero llamativa palabra. Claro que en su momento lo tomó como una opción, pero... Richie se la pasaba en el hospital la mayoría del tiempo, y siempre tenía presente que las relaciones amorosas no eran lo suyo. Ni siquiera sabía si él era gay o algo parecido.

—Eddie, es una persona, común y corriente. Es alérgico al contacto continuo, mas no al contacto de piel con piel —mencionó con naturalidad. Stanley estaba en casa de su padre en California tomando unas vacaciones, y mientras terminaba su cereal, siguió hablando con la boca llena—; tiene sentimientos, no deja de ser alguien solo porque el hospital es más su casa que su propio hogar.

—En sí, él no debería gustarme ¿sabes? Acuérdate de la vez que mamá me encontró besándome con Summer en mi habitación.

—Ese fue muy tu problema, cómo se te ocurre llevarlo a casa sabiendo que tú mamá ya puede levantarse del puto sofá.

La señora K. estaba muy disgustada ese día. Corrió al chico con un cable que encontró y lo amenazó con llamar a la policía. Sí, sabía que a su hijo le gustaban los hombres, pero no tenía edad para andar en ello, solo era una etapa; no perdía las esperanzas de que en algún momento le llegara con la noticia de que se había enamorado de una chica.

—Mira Eddie, las cosas se arreglan hablando, siempre te lo he dicho —susurró Stanley, tratando de ser comprensivo con su mejor amigo—; dime tres razones por las que no puedes decirle que te gusta y te dejo en paz, que no tenga que ver con su enfermedad.

Eddie se lo pensó bastante.

—No sé si le gustan los hombres.

—Pero te besó ayer ¿no? Ahí está.

—Ok... Él mismo ha dicho que no puede darle la atención a alguien más que no sea él. Siempre está tan ocupado consigo mismo, aparte, es muy egoísta.

—Por lo que me has contado desde que lo conociste, siempre te da un trato muy bueno —dijo a carcajadas Stanley—; de hecho, te pone demasiada atención. A ver, la última.

Eddie guardó silencio, Stan sabía de antemano que no había más razones de por medio, solo que el pequeño era demasiado tonto como para notarlo. Y entendía el por qué de ello, mas no quería presionarlo.

Piel escrita // reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora