𝕧𝕖𝕚𝕟𝕥𝕖

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—¿No irás a ver a Richie? —indagó Stanley dándole un sorbo a su malteada de vainilla.

—No, mamá canceló mi chequeo, al parecer está muy enfadada por mis notas de matemáticas.

Ambos chicos se encontraban sentados en una barda que daba la vista a la cancha de entrenamiento, donde Beverly cumplía sus deberes de gimnasia. La admiraban al observarla correr con rapidez como si se tratara de una persona totalmente atlética.

—Pensé que irías a darle ánimos por sus próximos estudios —Stanley tenía la mala costumbre de preguntarle sobre Richard siempre que se encontraban solos, aunque agradecía que no lo hiciera frente a sus demás amigos.

—Pienso visitarlo el domingo por la tarde, llevarle un presente para que no se sienta desanimado, no imaginas cuánto miedo tiene por estar días metido en ello.

El judío asintió con lentitud mientras terminaba con su bebida.

El día anterior, Eddie había salido del hospital con sus emociones tiradas en quién sabía dónde, después de tan apasionado beso compartido con Richard, ambos chicos no supieron qué hacer con la vergüenza apoderándoseles. Simplemente se limitaron a platicar para más tarde tomar caminos diferentes y se comunicaron por mensajes al anochecer como si nada hubiera ocurrido.

—Tú... ¿tú crees que sea normal que después de besarnos, no hablemos del tema por tanta vergüenza? —se atrevió a preguntar el asmático, con la certeza de que Stan le regalaría un sabio consejo.

—Si fueran novios, no tendría por qué ser siempre así —Beverly les saludó con la mano desde la cancha y ambos chicos le imitaron—. Si lo que quieres que te diga, es que Richard se está tardando en pedirte que sean pareja, pues ahí está.

—No esperaba que dijeras eso...

—Bueno, ya lo dije.

Mantuvo seriedad contra el tema y Stanley le ofreció espacio. Lo abrazó y bajó para encontrarse con Beverly e irse caminando, Eddie supuso que le había comentado a la chica sobre dejarle a solas.

Y se quedó ahí, existiendo.

Mayormente la soledad le asustaba, pero se acostumbró con el pasar del tiempo al darse cuenta de que las personas iban y venían porque al final; él era su mejor compañía. Así que se encaminó a casa esperando descansar.

Se quedó sentado en la sala de estar, degustando una gelatina de limón, de esas que su abuela le solía preparar de pequeño y que su madre sabía igualar en sabor

Le dio tres caladas a su inhalador como costumbre, había veces en las que olvidaba que él respiraba automáticamente. Y con aquel pensamiento en mente, se percató de lo más obvio.

Con Richie, el hecho de usar su inhalador, pasaba a segundo plano por completo.

Esfumando aquél juicio, sacó su libro de matemáticas y empezó a buscar las páginas en donde marcó su tarea pendiente, estaba frustrado con aquella materia porque en serio que era pésimo. Tuvo un tutor la primera vez que su madre se enteró que había reprobado el examen del segundo parcial; pero no funcionó, Eddie coqueteó con el chico y cuando éste no cayó de inmediato, lo tachó de su lista de actividades y le canceló las clases. Sí, bastante maduro por parte del gran Eddie.

Piel escrita // reddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora