Capítulo 1: Sin aliados

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Ruido. Eso era lo que describía perfectamente el lugar en el que Noah se hallaba parado. Bocinas, coches arrancando, gente saludándose como si hubiera sido hace años la última vez en que se habían visto, niños gritando y riendo, música, ladridos de perros; perros felices, y perros hambrientos. Perros en busca de un dueño, de una familia, de un hogar...

La luz del semáforo cambió a verde, avisándole que ya podía continuar su camino. Ahora solo había silencio. Estaba solo en el auto. Sin música, sin nada; tan solo disfrutando de ese momento con su sola compañía. Como cuando era chico y se encerraba en su cuarto para dejar de oír los gritos de sus padres, y sumirse en el solitario sonido del silencio.

Hoy hace seis meses que los aliados se habían ido. Y hoy, volvía a recordar ese día, el día en que Justo murió, y Venecia se fue. Venecia... si supiera lo que la extrañaba. Nada era lo mismo sin ella, sin su inocencia, sin su sonrisa. La extrañaba demasiado, aunque no lo dijera. Venecia le había cambiado su forma de ver y pensar, pero sobretodo su forma de sentir. Y estar ahora sin ella no le resultaba nada fácil.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se dio cuenta de que había llegado a su destino. Cogió unas bolsas que llevaba en los asientos traseros y cerró el vehículo. Frente a él, un edificio bastante parecido a un colegio, se vislumbraba en todo su ser. Era blanco, pero en la pared que rodeaba la puerta principal se hallaban pintadas manos de niños de todos los tamaños y de todos los colores posibles. Arriba de la puerta principal, había un enorme cartel en el cual se leía "HOGAR GARCÍA ITURBE", y en letras más pequeñas había una pequeña frase "Lo único que necesitas es amor."

Caminó hasta la entrada, con paso lento, desfrutando del aire puro y limpio. Aire que hace seis meses te podría haber intoxicado. No llegó a dar siquiera tres pasos que la puerta ya se había abierto de par en par dejando ver a unos cuantos niños de distintas edades, con una enorme sonrisa en la boca.

Noah paró el paso y, sabiendo lo que se avecinaba, abrió los brazos y se agachó esperando el reencuentro con los niños.

— ¡Tío Noah! —gritaron los niños al unísono antes de abalanzase sobre el joven. Él los recibió contento.

Al morir Justo, Noah había heredado todo su dinero y la tabacalera. Pero como era obvio, desistió de seguir con ese horrible trabajo que su "padre" había comenzado. Por lo cual fundo un hogar para niños y adolescentes perdidos en el mundo, sin comida, con el fin de darles ese amor que a él nunca le dieron. O mejor dicho, ese amor que le arrebataron.

Noah García Iturbe, mujeriego, dueño de las fiestas, hijo de Justo García Iturbe, dueño de una de las tabacaleras más famosas del mundo, había pasado a convertirse en Noah García Iturbe: Dueño y presidente de un hogar para niños pobres y huérfanos.

***

Mientras tanto, en el Arca, el silencio se apoderaba del lugar. El hotel abandonado que los chicos habían tomado como hogar meses atrás no había tenido muchos cambios. Pero centremosnos en una de las habitaciones, respectivamente la de un joven adolescente de diecisiete años que había decidido independizarse luego de confrontar a su madre y vivir en el arca junto a sus amigos. Su habitación no era muy diferente a la de cualquier otro adolescente, pero tampoco era algo convencional. Habían utilizado el reciclaje para la mayoría de los muebles, y las paredes tenían su toque personal con posters de video juegos, y algunos graffitis que Maia y Valentín habían echo por hobbie.

La habitación, al contrario que las demás, no se encontraba en total silencio. Sobre el escritorio de madera vieja que ocupaba un lado de la pared, junto a un teclado electrico y un micrófono que se conectaba a ambos aparatos, se encontraba una nueva computadora que estaba prendida y que por los parlantes que tenía a cada lado dejaba escucharse una canción muy conocida de la banda Aliados "Ahora o Nunca", en un volumen serenamente bajo.

Aliados 3 Temporada [Completado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora