Epílogo

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1 año más tarde...

—Olivia, me alegra verte de nuevo. —me saluda mi psicóloga, indicándome que tome asiento frente a ella—. ¿Cómo estás?

—Bien, eso creo. —suspiro. Hace como un año decidí empezar a venir al psicólogo.

—¿Las pesadillas continúan? —la veo anotar algo en su cuaderno.

—A decir verdad, ya no. Últimamente estoy durmiendo bien. No me levanto a mitad de la noche llorando como estos últimos años. —miro mi mano y la refriego en mi pantalón.

—Eso es un gran avance. Estoy orgullosa de ti, Olivia. —yo sólo sonrío.

—Quiero que en esta sesión me cuentes cómo te sentís luego de su muerte. —muerdo mi labio inferior.

—Siento... Siento... —las palabras no salen de mi boca. Cierro los ojos y miles de imágenes golpean en mi cabeza—. Me siento libre. Luego de su muerte me invadió una sensación extraña... Sentí que ya nadie me iba a atormentar los días. Ya no más golpes, no más gritos, no más insultos, no más abusos. No más fingir estar bien cuando mi vida se estaba derrumbando. No más desmayos, no más ganas de quitarme la vida, ya no lloro como lo hacía. Ya no vivo con miedo a lo que me pueda suceder. Ya nadie se cree dueño de mi vida. Soy dueña de mi vida, tomo mis propias decisiones, tengo a alguien quien me ayuda a salir adelante, quien apoya mis sueños y me incita a alcanzarlos.

No me di cuenta de en qué momento las lágrimas empezaron a recorrer mis mejillas.

—¿Puedo preguntarte algo? —yo asiento—. ¿Seguís soñando con la muerte de tu bebé?

Agustina Brusco

Agacho mi cabeza y mi corazón se rompe al recordar como Javier me hizo perder a mi bebé a golpes y patadas.

—Ya no, ya no más pesadillas. —ella asiente y la veo anotar algo en su cuaderno. Me pongo de pie y camino a la ventana que da a la calle, bajo su mirada.

Veo su auto aparcado, en donde espera por mi salida para llevarme nuevamente a casa en donde soy feliz a su lado. El otoño se está acercando y las hojas secas caen de los árboles.

—La hora ya se termina y tu prometido te está esperando. ¿Algo más que quieras decirme? —escucho su voz.

—Gracias por ayudarme. —digo, aun mirando por la ventana.

—Deberías agradecerte a ti misma. Fuiste una mujer fuerte que consiguió salir de su tormento. —yo sólo sonrío.

—Ya es hora de irme. —la veo asentir y nos despedimos con un abrazo.

—Nos vemos la próxima semana, Olivia. —luego de despedirme de la recepcionista, salgo a la calle. Su mirada se posa sobre la mía y sonríe. Abre la puerta y se acerca a mí.

—¿Cómo te sentís? —pregunta, tomando de mi cintura y me acerca a su cuerpo.

—Muy bien. —lo rodeo con mis brazos y nos fundimos en un beso.

Al final, lo que Ryan aquella noche quería darme sólo era una excusa para tenerme en su casa, besarme y hacerme el amor.

Agradezco haberme reencontrado con él en su oficina siendo su secretaría. Agradezco que me haya ayudado a volver a vivir. Agradezco estar acá, en este momento, junto a él. No siendo su alumna, no siendo su secretaría, sino siendo su futura esposa.

Ya no quiero la vida de nadie, no quiero ser otra persona. Me gusta ser yo misma, me gusto. Por primera vez, ya no quiero ser otra mujer. Amo mi vida, amo al hombre que está a mi lado y amo al bebé que viene en mi camino.

Todas aquellas inseguridades que me inundaban desaparecieron con el tiempo. Aprendí a quererme a mí misma y a darme cuenta de que nadie es perfecto, todos tenemos nuestros defectos. Volví a ser la Olivia que solía ser antes de conocer a Javier. Ya no hay nadie que se meta en mi cabeza y me torture psicológicamente, incluso, cuando no está a mi lado.

En el mundo, miles y miles de mujeres sufren de violencia de género o mueren siendo agredidas. La mayoría de los casos, ninguna de ellas se anima a hablarlo sino hasta que el agresor termina con su vida. No quería seguir esperando a que eso sucediera. No quería que llegará el día en que, por miedo, ya nunca más volviera a hablar.

No podía seguir permitiendo que él me tratara como a su muñeca, que descargara sus frustraciones sobre mí. Quería ser libre, y ahora lo soy.

Nunca me sentí tan llena de vida como ahora. Merezco esto, todas las mujeres que sufren violencia de parte de su pareja día a día, merecen volver a vivir.


FIN.

Bueno, espero que les haya gustado, o al menos entretenido en estos días  (u horas, depende de lo que les haya tomado leerlo) de estar encerrados.
Los invito a pasarse por mis demás historias que son totalmente diferentes a esta historia, ya que con los años aprendí a cambiar mi forma de escribir, y adapte mi nuevo género favorito: el thriller psicológico. ¡Gracias por haberme leído!

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