Destined for an early grave [joerick] -ADAPTACIÓN-

Memorias III

 ―Estás despierto.

Mis ojos parpadearon para ver a Cannelle inclinada sobre mí. Ella se enderezó y señaló a una bandeja de cerca.

―Aquí. Comida y una pastilla de hierro. Necesitas ambos. Sólo tienes unas horas hasta la puesta del sol.

―¿Qué?

Eso me hizo sentar del todo. Una varilla de electrochoque no habría tenido el mismo efecto. Incluso mientras registraba sus palabras, el mareo me invadió. Cannelle, me miraba sin ninguna simpatía.

―Bebió mucho de ti ― dijo, antes de murmurar algo en voz baja y en francés. Aunque todavía no lo dominaba, tomé las palabras para "flacucho" y "puto".

―¿Qué pasa, Cannelle?― pregunté, para nada de buen humor. ―¿No sabes que es de mala educación insultar a alguien en un idioma diferente y que así no te puedan responder?

Puso la bandeja sobre la cama, haciendo que el té chapoteara con su falta de atención. ―He dicho que no sé por qué él habría de alimentarse tanto de un gigoló flacucho― resumió sin rodeos. ―Ahora, sugiero que comas. A Javier no le agradará si eres incapaz de hacer algo más que sangrar debajo de él.

Palidecí ante esta analogía gráfica, embargado por la aprehensión y despistado cómo sin poder liberarme. Javier no era del tipo de tomar 'He cambiado de opinión' a la ligera.

Y eso me dejaba con la otra alternativa: continuar con esto. Tal vez era la mejor opción, dejando mi ansiedad a un lado. Javier no se enfurecería, yo no sería enviado lejos y según él, no tendría enfermedades de qué preocuparme. Si, hubiera preferido esperar más tiempo, mucho más tiempo, antes de tomar esa medida, pero aparentemente, mi tiempo había terminado.

―Cannelle― Bajé la voz, haciendo un gesto para que ella se acercara. Ella lo hizo, su expresión inquisitiva. ―Me preguntaba si podrías decirme, ah, qué esperar― Yo no tenía a nadie más a quien preguntar. ¿Qué iba a hacer, llamar a mi madre y preguntarle?

Difícilmente. Yo nunca había tenido amigos, y las cosas que había oído en la escuela no ayudaban ahora. Claro, yo sabía de lo que iba. ¿Pero los detalles del sexo con un vampiro? Nop.

―¿Qué esperar?― Repitió. Le hice un gesto para que mantuviera la voz baja, pero lo ignoro. ―¡Espera a ser follado, tú y simple pequeño idiota!

Incluso en mi extrema vergüenza, tuve un golpe de intuición. ―Javier me dijo qué has estado con él durante sesenta años. Dice que te da su sangre para mantenerte joven, pero estás esperando la gran promoción, ¿verdad? ¿Quieres ser un vampiro, y me odias porque sabes que si yo se lo pido, él me cambiaría al instante. Y él no te ha ofrecido lo mismo.

Sus ojos celestes se entrecerraron. Ella se inclinó con una fea sonrisa en sus labios. ―¿Sabes qué puedes esperar, en tu primera vez?― Ahora su voz era suave. Casi inaudible. ―Mucho dolor. Bon appétit.

Se fue. Me quedé mirando la bandeja de comida sin el menor indicio de hambre antes de empujarla lejos.

El llamado a la puerta se produjo dos horas después. No fue a la puerta de mi dormitorio, donde había estado mirando el reloj como un preso esperando su condena.

Fue en la puerta de la casa.

Javier la abrió mientras me asomaba por las escaleras. No habíamos tenido ninguna visita. El hecho de que no menos de seis personas ingresaran me hizo recorrer todo el camino por el pasillo. Hablaban en francés a una velocidad que lo hizo ininteligible para mí.

―¡Merde!―Juró Javier y, a continuación una serie de palabras le siguieron, otras que también podrían haber sido las maldiciones. ―¿Esta noche? ¡Si él piensa robarlo, me subestima en gran medida! ¡Erick baja de una vez!