Un mal presagio.

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Barón Richard Camacho, quien se nombró a sí mismo Spade, para nunca olvidar cómo había sido prisionero en una colonia penal, dirigido únicamente por la herramienta que le había sido asignada, tenía una casa sorprendente. Estaba en un amplio terreno con inmaculado césped y setos altos alrededor del perímetro. Con su arquitectura estilo siglo XVIII, parecía como si se hubiese construido mientras Spade había sido humano. En el interior, había largos y grandes pasillos. Ornamentos de madera a lo largo de las paredes. Techos pintados. Candelabros de cristal. Tapices tejidos a mano y muebles antiguos. Una chimenea, donde podrías celebrar dentro de ella una reunión.

―¿Dónde está la reina?― Murmuré irreverentemente después de que un portero nos dejó pasar.

―¿No es de tu gusto, cariño?― Preguntó Joel con una mirada de complicidad.

Ni de cerca. Había sido educado en la zona rural de Ohio, donde mi mejor ropa de domingo hubiera sido un trapo de cocina en comparación con el tejido del sofá que acabábamos de pasar.

―Todo es tan perfecto. Me sentiría como si estuviera profanando algo, si me siento en él.

―Entonces, tal vez deba reconsiderar tu dormitorio, a ver si tenemos algo más cómodo en los establos― una voz se burló.

Spade apareció, su pelo oscuro y revuelto como si hubiera estado recientemente en la cama.

Abrir la boca, insertar pie. ―Tu casa es adorable.― le dije. ―No me hagas caso. Conseguiré modales cuando los cerdos vuelen.

Spade abrazó a Joel y a Mencheres en señal de bienvenida antes de tomar mi mano y curiosamente, besarla. Él no era por lo general tan formal.

―Los cerdos no vuelan.― Su boca se arqueó. ―Aunque he sido informado de que has encontrado alas más temprano esta noche.

La forma en que lo dijo me hizo consciente de mí mismo. ―No volé. Sólo salté muy alto. Ni siquiera sé cómo lo hice.

Joel me dio una mirada que no supe leer. Spade abrió la boca para decir algo, pero Mencheres levantó la mano.

―Ahora no.

Spade dio una palmada en la espalda Joel. ―Tiene razón. Es casi el amanecer. Te voy a mostrar a tu habitación. Estás pálido, Pimentel, así que enviaré a alguien para ti.

―Si estoy pálido, tiene poco que ver con la falta de sangre.― dijo Joel en un tono sombrío. ―Cuando desperté, Erick había drenado la mayor parte de su sangre en mí. Si Mencheres no hubiese llegado con bolsas de plasma, podría haber cambiado antes de estar listo.

Seguimos a Spade por la escalera. ―La suya no es sólo sangre humana, tal como ha sido más que demostrado, así que todavía enviaré a alguien.

―Tengo otras cosas en mi mente además de la alimentación.

Spade todavía no habían oído acerca de la cereza en el helado de nuestra velada. Lo único que sabía era sobre el ataque de los ghoul.

La puerta se abrió a un espacioso dormitorio con muebles de época, una cama con dosel donde Cenicienta podría haber dormido, después de que el Príncipe la cargara, por supuesto y otra gran chimenea. Una mirada a la pared que cerraba el baño mostró que era hecha de vidrios de colores pintados a mano. Una vez más me golpeó la inquietud de tocar cualquier cosa. Incluso la seda cosida en las mantas de la cama parecía demasiado bella como para dormir bajo ellas.

Joel no tenía ninguno de mis escrúpulos. Se quitó la chaqueta para revelar la camisa y pantalones acribillados que aún llevaba, se quitó los zapatos y se dejó caer en una silla cercana.

Destined for an early grave  [joerick]    -ADAPTACIÓN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora