Permitid que me presente. Me llamo Erico Lombardo y soy de Verona, una bonita ciudad a la sombra de Venecia donde nos gusta alardear de que nuestros spaghetti a la napolitana son los mejores de todo el nordeste de Italia y, por ende, los segundos mejores del mundo. Es una suerte que Nápoles, su lugar de origen, esté al otro lado de <<la bota>>.
En fin, basta de trivialidades; no es mi intención sacar a relucir mi orgullo italiano, y,por muy tercos que los pusierais, jamás los revelaría nuestra receta secreta. Permaneced atentos, porque lo que hoy voy a contaros es algo mucho más interesante para vuestras mentes y enriquecedor para vuestras almas: ni más ni menos que la trayectoria de mi variada, vertiginosa y, a menudo, poco gratificante vida.
Tranquilos, no empezaré desde el principio. Soy consciente de que esperáis oír algo consistente, no soporífero. Por eso me centraré principalmente en este último año, tomando como punto de refencia mi llegada a Barcelona; y los garantizo que vais a estar encantados de escucharme. Pero antes, una pequeña introducción. Tengo 23 años .Y en cuanto a mis aficiones, los diré que me apasiona la lectura, viajar por el mundo en busca de aventuras y el deporte; el atletismo básicamente. Así pues, no los podéis imaginar la agilidad que he desarrollado durante todo este tiempo. Y es que, cuando se trata de correr, por poner un ejemplo, no tengo rival. Realmente me enorgullezco de ello, y en general me ha facilitado bastante las cosas.
A pesar de ser un muchacho más bien alegre, simpre me ha gustado cierto grado de soledad... Bueno, no siempre; digamos que desde que todo cambió, mis valores también lo hicieron. Ultimamente, esa soledad me afecta de una forma distinta; empiezo a tener pensamientos que se repiten más de lo deseado, como ¿qué está bien? o ¿qué está mal? Atisbos de razonamiento ilógico que no tendrían que estar ahí. Yo cumplo un papel en el nuevo ecosistema y no debería se éste, por Dios que no debería. Y hablando de Dios: si pudiera, le preguntaría por qué he de ser yo, de entre mis numerosos homólogos, el diferente. Aunque, si lo pienso bien... ¿qué más dará Dios?
Probablemente él ya hizo sus maletas hace mucho tiempo para largarse a algún lugar más soleado, lejos de este mundo de locos. Así que, insisto,¿qué narices importará Dios?
Algunos diríais que mucho, otros diríais que nada. Pues yo los digo que, a lo largo de esta especie de fábula que haré esfuerzos por relatar, comprenderéis que no todo es blanco o negro: también existen los molestos grises.
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Diario de un Zombi
RandomDiario de un Zombi nos transporta a una Barcelona post-apocalíptica enterrada bajo las cenizas de la devastación donde el ser humano se ha extinguido casi por completo. Una historia en la que los hechos están narrados desde una perspectiva muy...