Parte VI de dos

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El ataque en punta tenía que ser aplastante , letal y ,sobre todo,fugaz , según decía el alcalde de la ciudad,que, apaciblemente,marcaba las directrices desde su refugio privado. Pero no fue ni una cosa ni la otra. Dada su peculiar estructura,el de Gracia se había  constituido como uno de los barrios fortaleza más seguros que quedaban. Sus estrechas calles y sus altos muros,con manzanas de trescientos metros de largo, permitían un cerco casi perfecto y una defensa sólida ante la invasión.Resultaba fácil la colocación de potentes barricadas,y a la vez ahorraba recursos en ellas,pues no tenían que ser más anchas que un par de metros o tres,que era la distancia que había entre fachada y fachada.
Gracia se erguía como un auténtico gueto,con una distribución compacta y completamente diferente de la del resto de calles.
La idea de que una horda de zombis pudiera penetrar tales defensas era poco menos que descabellada,ya que,pasarán por dónde pasaran, tendrían que cruzar a la fuerza por unos cuellos de botella protegidos en los que fácilmente podrían ser abatidos por los francotiradores de las azoteas.
Incluso las entradas de metro estaban bloqueadas según las necesidades de los refugiados. En breve entenderéis por qué.
Sí... El barrio era muy seguro ante invasiones externas.El problema fue que la invasión nació dentro.
Aproximadamente,unas veinte mil personas se atrincheraban en un área de seis manzanas a lo ancho por cuatro a lo alto. Cuando la gente empezó a enfermar por causa de la gripe estacional,los recursos—alimentos y medicinas— descendieron de forma alarmante,y no quedó más remedio que comenzar a organizar diversos grupos de exploración, a los que llamaron<<tripulantes>> no tenía más finalidad que la de salir con un vehículo blindado desde el interior de los túneles del metro y saquear, distrito por distrito,la ciudad en busca de farmacias,restaurantes de comida rápida y tiendas de ultramarinos.
Eran misiones de cierto riesgo para las que se escogía siempre a los hombres más ágiles,no a los más fuertes.

Por lo visto , en una de las incursiones,uno de los <<tripulantes>>
Volvió con algo más que un simple catarro,alegando que la herida que exhibía en un brazo se la había hecho al romper una mampara de cristal para poder entrar en una tienda de comestibles.Al  parecer le creyeron. Incluso cuando empezó a enfermar,no le dieron mayor importancia al asociar su malestar con el virus que circulaba por el suburbio desde hacía un tiempo.( La gripe y la zombificación muestran síntomas asombrosamente similares.)

Desgraciadamente, en el momento en que surgió el brote,ya era demasiado tarde. Si un virus como la gripe se expandió como la espuma por un barrio que parecía una lata de sardinas, << el  mal del demonio>>—como solían llamarlo las gitanas del lugar— se propagó como el fuego .Un fuego cruel e imparable que arrasó con todo: niños y ancianos,padres y hermanos...Si a eso le sumamos el debilitado estado de  salud en que se encontraban previamente  los refugiados , no resultará  difícil comprender por qué no tuvieron ni una sola oportunidad de escapar.
Para cuándo las autoridades fueron concientes del suceso,ya habían pasado dos días. Al no saber con qué iban a enfrentarse , decidieron reunir a la mayoría del ejército que quedaba operativo por el norte de España— el cual no era mucho— y plantar cara  a aquel nuevo desastre.
<<Todavía podría quedar alguien con vida y todavía creemos en el patriotismo>>, declaró uno de los capitanes del pelotón cuando la entrevistaron brevemente antes de partir.
Quinientos treinta y siete hombres bien equipados y cuatro periodistas de guerra se reunieron en la explanada ante  las puertas de la masacre—justo donde yo me encontraba meses después—esperando pacientemente mientras la muerte les sonreía.Desde su posición,y retransmitiendo en directo,se podía escuchar cómo miles de pasos de arrastraban intentando salir y reventar por la fuerza las mismas barricadas que antes impedían entrar.
Cuentan que el olor a orina que impregna el ambiente se podía cortar con un cuchillo.
Al fin, las compuertas cedieron con un fuerte estruendo y empezó el fuego cruzado. Los hombres disparaban,recargaban y retrocedían.Iban perdiendo terreno poco a poco ante la masa infinita de podridos, que no cesaba nunca.

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