Parte II de dos

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Resulta que Jean Carlo intentó  convencernos a todos de que había  aprendido a acercarse sigilosamente por detrás  de un zombi y retorcerle el cuello al más  puro estilo  <<comando tras la línea  enemiga>>.Según  él, había  desarrollado esta técnica, en parte, gracias a los nueve meses que antaño  había  pasado en el ejército  de tierra. Nadie  se lo quiso poner en duda, pero, al contemplar su aspecto <<fuertecito>> y sus rollizos mofletes, nos costó  tragarnos el hecho de que fuera  una especie de ninja antártico. Yo creo que más  bien era un flipado del copón. Y es que,  una vez, cuando le pregunté  si podía  llamarle por las siglas <<JotaCé>>. (J.C.). —para abreviar,  más  que nada—,me miró  fijamente arqueando su única  y enorme ceja y, con total  seriedad, me respondió :
—Mejor llámame  CeJota.
Joder, aún  me estoy  descojonando. Si quería  parecer más  cool, no lo consiguió, desde luego.
En fin, un gran tipo. Lástima  que cayera en la primera  incursión  que hizo con nosotros sobre la ciudad. El hecho ocurrió  casi por gentileza  de un no muerto que se escondía  debajo del coche en el que C.J.  creyó  oportuno apoyarse para recuperar aire.
De ahí  que los hablara hace un momento de los accidentes. Cuando aquel  zombi emergió  desde el hueco inferior del vehículo y le agarró  por el tobillo, Jean Carlo gritó  algo ininteligible, al tiempo  que saltaba como si fuera  un mono de feria y,  por supuesto, nos ponía  a todos los del grupo en alerta.
<<Gracias, C.J. pero la próxima  vez no te quedes ahí  y apártate  un poco, soldado. >>
uno de los de la cuadrilla,  que tenía  la mala costumbre de disparar cerrando con fuerza los ojos, mató  al podrido a balazos, sí, pero también  le dio al pobre chef de lleno en la cara, justo en el entrecejo, arreglándole definitiva e irónicamente  aquel  pequeño  detalle que tanto  le afeaba.
No tomamos represalias —como ya he dicho, fue un accidente—,pero Óscar, el que disparó, no volvió  a coger un arma durante el resto de su corta vida.
¡Ah! Qué  tiempos aquellos en los que cada uno debía  cuidar de su propio trasero. Y qué  ambigua se me antoja ahora la supervivencia, pues no sé  si echarla  de menos o alegrarme de que llegara a su fin.

Fin capitulo  II
  

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