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Vio el momento exacto en el que el reloj marcaba las 7 pm. Pronto oscurecería, no podía perder más tiempo. Buscó entre su ropa un buso negro y se paró frente al espejo, sintiendo el frío bajo sus pies descalzos. No reconocía a la persona que tenía en frente. Mirada triste, ceño fruncido, mandíbula tensa, ese no era él. La muerte de su hermano le había quitado todo rastro de lo que alguna vez fue. Por inercia su mano fue a parar al bolsillo del pantalón, topándose con algo duro. Una leve sonrisa surcó su rostro al tener la cadena entre sus manos, aunque se vio opacadas por las imágenes del funeral. El profundo vacío se hizo aún más pesado cuando la tuvo alrededor de su cuello. Una vez más, el lobo le miraba penetrante sobre su pecho desnudo. Volvió a levantar la cabeza y sonrío orgulloso al notar que en sus ojos ya no había tristeza o dolor, no había nada en absoluto. Una vez que terminó de vestirse, fue a la cocina con un fuerte nudo en el estómago. Buscó entre los cajones un cuchillo, nunca se había usado y HoSeok deseó jamás tener que usarlo, pero nadie escuchó sus súplicas. Ahí estaba él, escondiendo un cuchillo debajo de sus ropas y poniéndose la capucha bajó las pálidas luces, quizás esa fuese la última vez que lo iluminasen. Respiró hondo y caminó hasta la puerta, el momento había llegado.

Las luces de la ciudad a penas comenzaban a brillar mientras se adentraba en uno de los peores barrios de la ciudad. Contadas habían sido las veces que había entrado, pero fueron suficientes para tenerle respeto. Todas fueron culpa hermano, o del pequeño monstruo en el que se había convertido. Sus pupilas dilatadas, sus gritos desaforados en cuanto le veía, su cuerpo completamente consumido. La última vez no tuvo fuerza siquiera para golpearle, solo le escupió y se regresó al Clan. HoSeok había jurado que aquella sería la última vez que pisaba ese lugar, pero hoy rompía su promesa. No buscaba vengar al chico que vendía su cuerpo por unos gramos de cocaína ni al que se metía con los jefes del lugar, lo hacía por el chico que se había perdido entre dos calles de mala muerte. Todo lo hacía por su hermanito.

Poco tiempo le tomó estar frente a las barreras del Clan. No entendía cómo unos cuantos carteles oxidados podía marcar un antes y un después en la vida de tantas personas. Una vez que los saltabas, no había manera de saber si saldrías con vida. Mentiría si dijera que no temía terminar dentro de una calaboso lleno de perros hambirentos como se decía por las calles, pero no había tiempo de echarse atrás. El olor a basura se sentía calles antes, mas eso no le impidió saltar la barrera. Tocó el cuchillo en su espalda e irguió la cabeza, por más que quisiera no había vuelta atrás.

- Parece que hay un amiguito que anda perdido - un escalofrío recorrió su espalda al notar una mano tomándolo por la nuca. Antes de que pudiera reaccionar, su capucha fue quitada por otra persona.

Dos hombres le rodeaban. El más alto le sostenía fuertemente, forzándolo a caminar con ellos mientras que el más bajo solo le miraba. Su sonrisa enfermiza le asqueaba, y cuando su mano le tocó el collar, HoSeok amagó con golpearle. Sin embargo, los fríos dedos enterrados en su piel le obligaron a quedarse quito.

- Así que tenemos a otro lobito... esto le va a encantar al jefe.

Su estruendosa risa le perforó los tímpanos, macabro. Las manos de HoSeok comenzaron a temblar, tanto por el miedo como por la ira que llevaba días carcomiéndole. "Así que tenemos a otro lobito" ¿Esos tipos conocieron a su hermano? Quiso abalanzarse sobre ellos en el momento que escuchó esas palabras, mas tuvo que contenerse. Un movimiento en falso y su cabeza rodaría. Sentía la mirada del hombre clavada en su cuerpo con la misma mueca grotesca en la cara. HoSeok bajó la cabeza pero la mano en su mentón le obligó a levantarla. Parecía querer hablar, aunque cuando su boca se abría, ningún sonido salía; hasta que se cerró de golpe. En ese momento, otra mano apretó su hombro.

- Este viene conmigo, así que nos vamos calmando un poquito. - la imponente voz a su espalda alejó a los otros dos hombres. Sin embargo, cuando vio al dueño de aquellas palabras se dio cuenta que no parecía más que un chico. - Le llegan a hacer algo y son boleta, rajen de acá.

Para su sorpresa, las personas se alejaron sin siquiera mirarle. ¿Quién era ese chico? A pesar de que su cabello negro caía sobre sus ojos, logró ver algo de compasión en ellos. El muchacho volvió a ver el lobo en su pecho por unos segundos, y le dedicó una pequeña sonrisa antes de girarse. HoSeok ocultó el collar con el ceño fruncido. Aquella sonrisa estaba cargada de lástima, y él no necesitaba la lástima de nadie.

Con lentitud, el chico le hizo una seña para que le siguiera y, sin esperar una respuesta, empezó a caminar. Miró lo que tenía en frente. Los fuegos en las calles comenzaban a prenderse juntando a muchas personas a su alrededor. La idea de irse con ellos se le hizo tentadora hasta que se dio cuenta de la manera en la que lo miraban. Ahí él no era más que carne fresca en medio de un mar de muertos de hambre, y aunque permaneciera indiferente, tenía miedo. Apartó sus ojos de aquello y los fijó en el chico que se alejaba arrastrando los pies. Estaba perdido entre la nada, y él era lo único que podía por lo menos guiarlo. Suspiró y empezó a andar. ¿Qué más temía perder?

Nada.


***

Ser boleta: estar muerto/mandar a matar.
Rajen: váyanse


The Clan // ShowHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora