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Vegetta

Necesitaba información, los días de seguir las pequeñas pistas que dejaba lolito de sus asesinatos cada vez eran menos. Rubius aunque no me exigía ya más información , se notaba que era por cortesía a mí. Pero en su rostro se veía reflejado la impotencia y la rabia de no poder descubrir más sobre los asesinatos.

Sin decirle nada, decidí imvestigar más a fondo por mi cuenta. Por lo que esta noche me dirigí a un bar donde se solían reunir gente de mal vivir, bandidos y ebrios de menores casos que platicaban y olvidaban sus desgracias en alcohol.

Si bien era uno de los lugares más peligrosos al que ir, era también donde mejor obtenías información. El ir allí era dificil, pero gracias a unos conocidos que tenía pude entrar.

Al entrar a este , parecía ser un sótano muy iluminado,era grande y sus paredes de madera. Todo muy rústico.

Vi como el que atendía tenía colgado en su pared muchas espadas y rifles en una vitrina. Al lado de sus bebidas.

También habían cuadros con signos extraños, y cada mesa del lugar tenía velas.

Lo que más me llamó la atención del lugar , medianamente lleno, fue ver a gente con antifaz o máscaras. Mis conocidos me habían comentado que allí era peligroso tener el rostro descubierto por si tenías un cartel de búsqueda y captura. Por lo que la gente llevaba esas cosas, yo decidí usar un antifaz de un lobo solo para mantener las apariencias.

Me acerqué a la barra , al lado de una mujer que traía el antifaz de un ave. Me recordó a Fargan por un momento. Hablé con ella mucho tiempo sobre cosas sin importancia, para entrar en confianza.

Entre tragos , las horas pasaban e incluso me presento a sus amigos. Me comentó que era la jefa de una banda que se dedicaba a estafar a unos cuantos pobladores sin más. Y aunque me comentó aquello, fue cuidadosa en no decirme su nombre ni ningún dato personal.

Su mano tocó mi hombro, por lo que me sobresalté un poco. Sus dedos tenían varias pulseras y anillos de plata y oro. Mientras que al hablarme, ella jugueteaba con su cabello algo coqueta.

—Es una bonita velada. — Le comenté, sirviendole otro trago.

—Desde que llegaste , lo es. —Respondió mientras encendía un cigarrillo.

Me acerqué a ella, y tomé el pequeño crucifijo que tenía colgando en su collar.

Ante tal acción , me sonrió.

—La religión siempre es un consuelo. Sobre todo en estos tiempos.

—Quien sabe, a veces rezar no sirve de mucho. Como a la mujer cristiana esa que encontraron estrangulada el otro día. — Comenté.

Mangelito ; Anhelando El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora