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Mangel

Esto continuaba, mis ojos ya no podían detonar calidez en lolito. No por su culpa, ni por el beso. Si no por que me había dado cuento de los celos que podía llegar a sentir por él y por el remordimiento que sentía en no haberme decidido antes. El saber que debía dictar algo pronto.

Y ya tenía mi respuesta.

Pero aquella me dolería decirla, por eso todos los días me la pasaba callado y fuera de mí. Sabía lo mucho que incomodaba a lolito mi actitud, pero no podía evitarlo. Ni siquiera podía sonreír de saber lo que haría.

Pese a lo que me comentaba vegetta, recordé las palabras de luzu hace tiempo.

Ni lolito, ni rubius. Sentía dolor por mis propias acciones, y debía parar aquello.

Estaba en casa, lolito había salido nuevamente y yo me encontraba tirado en la cama mirando el tejado. Las veces que me había visto en el espejo me veía como otra persona, la misma persona que se deprimía antes de que lolito llegase.

Mordí mis labios en enojo por mis ideas, haciendolos sangrar. Hoy tendría que decirlo, hoy sería el día en que por fin aclarase todo.

Hoy debería alejarme de rubius, rendirme con él. Terminar por fin aquella extraña relación y aquellos sentimientos por él.

Algo que siempre pensé desde su primer engaño, pero que nunca me atreví. Gracias a lolito pude sentir el valor de hacerlo.

No eramos novios, pero sabía que rubius lo veía de esa manera. Que con el tiempo volveriamos a ser una pareja como siempre.

Y eso me atormentaba.

Debía poner fin a este espantoso ciclo que tanto nos empeñabamos en continuar.

Pase el día solo, lolito no había vuelto en todo el día y yo ni siquiera sabía su paradero. Quizá me estaba evitando, pero pensaba en que si por fin dictaba mi decisión con rubius, me quitaría ese gran peso de encima y esa frialdad en mí.

Las horas se sintieron lentas , el día era completamente gris y nublado. Como si mis emociones se reflejasen en este y avisasen mi situación.

Almorcé en la tarde, luego de ello me alisté para partir hacia mi última cita. Había pedido a rubius quedar en la antigua cabaña donde viviamos.

El bullicio del pueblo se sintió como si muchas abejas zumbaran. Todo era molesto hoy día, o al menos yo lo sentía así.

Mis pasos eran pesados y mi cabeza solo centraba el rostro de ruben.

Al llegar al lugar acordado, me senté en ese viejo sofá, algo sucio. Observar toda la habitación apenas entrar avivaron los recuerdos de nuestro días juntos, todos en esa casa.

Mangelito ; Anhelando El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora