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|Cap ₃|Entre dos personas.

Me sentía realmente una pequeña niña al reaccionar de tal manera. Podía sentir un calor recorrer toda mi sangre, junto a mi corazón quien ahora saltaba dentro de mí. Con sólo esa notificación mi día se había arreglado por completo.

¿Quién te conoce, Tae Hyung?

—¿Le hablaste? —llega Whee-in a la habitación, junto a una bandeja con dos vasos de jugo y ramen picante.

—¿A Jungkook?

—Sí. Al vendedor de órganos —dice, la graciosa.

—No, creo que es muy luego. Apenas el sábado nos conocimos —negué con la cabeza.

—¿Y qué con eso?

—Whee-in, hoy es lunes —dije con obviedad.

—Y... —se sentó a un lado de la cama, dejando la bandeja entre nosotras.

—Significa que voy a parecer una arrastrada por hablarle tan luego. Sólo han pasado un poco más de 48 horas —tomé jugo.

—___, debes de aprender que hablarle y responder así de rápido no demuestra que estás loca por él, o tal vez sí... —se quedó mirando a la nada unos segundos—. Bueno, a lo que iba —se reincorpora en la cama—. Esa acción demostraría interés por tu parte.

—¿Cómo lo sabes?

—Sabes que no soy buena dando consejos de amor, porque simplemente no sé ni entiendo mucho de ello, pero... Creo que deberías hablarle —se llevó un bocado de ramen a la boca—. Yo lo haría... —sus cachetes se encontraban inflados de comida.

—¿Eso crees? —me quedé viendo el móvil.

—Eso creo —arrugó sus ojos—. ¡Ay Dios, esto está muy picante!

—¡Procura comer más lento! —le empecé a dar golpecitos en la espalda, mientras reía.

—Lo sé, lo sé. —tomó un poco de jugo.

—¿Sabes que la leche alivia el picante? —observaba lo ridícula que se veía al tomar jugo.

—¿En serio?

—Bueno, muy tarde —reí, para luego llevarme comida a la boca.

—Hey, en verdad creo que deberías hablarle —me mira.

—No lo haré —negué.

—¿Hay otra razón por la que no querrías hablarle?

—Tal vez... —agaché la mirada—. ¿Y si no me contesta? El tipo es hermoso, y estoy segura que no sería la única quien le habla o aprecia sus fotos.

—Estás exagerando. En serio lo digo. —alzó las cejas, negando con la cabeza—. ¡Mujer, arriésgate! No pierdes nada con intentarlo. Si no te contesta es porque es un maldito más.

—De eso tengo miedo —tragué saliva—. Que sea uno más del montón.

—¿Sabes qué? —la chica me había quitado el móvil de las manos—. Yo le hablaré por ti.

—¡¿Qué?! No, no, no. Claro que no. —intenté quitarle el movil de las manos.

—¡Déjame hacer esto! —me empujaba con sus pies—. ¡Eres linda! Estoy segura que te contestará.

—¡No puedes hacerme esto! —intentaba arrimarme encima de ella, pero era imposible. Whee-in tiene piernas fuertes—. ¡Te lo pido por lo que más quieras, maldita sea! —finalmente había agarrado sus brazos, hasta llegar a sus manos y quitar el celular.