Capítulo III: Conociéndote

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-Hola, disculpa ¿de casualidad tienes una carta a mi nombre? Estoy en la habitación de al lado y me dijeron que se habían equivocado de puerta. Soy Thomas, Thomas Hammilton -dijo mientras me daba la mano.

Yo creo que me quedé en blanco, todo era muy extraño, generalmente los chicos guapos en bañador no tocaban a mi puerta muy seguido.

-Eeh, no, no he visto nada, disculpa -dije, mirando a mí al rededor como buscando.

-Oh, ¡aquí está! -dijo Thomas, y se inclinó tomando la carta que se encontraba a mis pies. Es una carta muy importante, muchas gracias ¿señorita...? -dijo y se quedó como esperando a que respondiera.

-Anna, Anna Brown -le dije sonriendo.

-Gracias -dijo y me dio una sonrisa hermosa. Ah!, perdona, estaba en la piscina cuando me avisaron -me dijo mirándose el bañador.

-No te preocupes, que estés bien -dije cerrando la puerta.

Luego de eso, me di una relajante ducha, me puse hermosa y decidí salir, este fin de semana sería inolvidable, así que no pensaba volver a dormir temprano.

Fui a un bar en la playa, maravilloso, la gente se divertía y yo pedí un tequila margarita que me bebí frente al mar mirando el atardecer.

Cerca de allí, se estaba celebrando una boda, la chica se veía muy feliz y él muy enamorado, no alcancé a darme cuenta cuando sentí que una lágrima caía por mi mejilla, y de repente noto que alguien me había tomado una fotografía, por lo que caminé acelerada para salir de allí, no quería que nadie me viera así, ¿y un idiota me había fotografiado? Me molesté y camine rápido por la playa.

-¡Hey! Tranquila, no te vayas, ¡Hey, hey! -me gritaba el tal fotógrafo.

Yo seguí caminando sin mirar atrás.

-¡Hey! ...¡Anna! -siguió gritando.

Y me detuve, ¿era el chico guapo otra vez? ¿Era Thomas?

Me giré y era él, con una cámara fotográfica profesional en su mano, como las que uso yo, y un rostro de vergüenza y rabia con el mismo por haberme hecho sentir mal.

-Disculpa, soy un imbécil, no quise molestarte ni avergonzarte, es que te veías tan hermosa cuando mirabas a esa pareja, te veías radiante... no se... transmitías algo tan fuerte que no pude evitar fotografiarte, disculpa en serio, si quieres la borro de inmediato -dijo mientras revisaba su cámara.

-No, no, tranquilo, ya pasó, olvídalo -le dije y me giré para continuar mi camino.

-¡Hey, Anna! No te vayas, ¿has comido? Por favor permíteme que te invite la cena, muero de vergüenza, déjame disculparme -dijo mirándome muy serio.

-No te preocupes, ya estás disculpado -sonreí tristemente y me volví a girar.

-¡Anna! Por favor, no me hagas inventar más escusas, ¿al menos por la compañía? -me dijo, mirándome con un rostro que solo había visto en las películas, jamás un hombre me había mirado así.

Me llevó en su auto al restaurante que había ido en la tarde, donde el chico parecido a él me golpeó el hombro. Claro, era Thomas.

El restaurante durante la cena era completamente distinto, era romántico, tal vez ese era el motivo por el cual estaba lleno de parejas.

Thomas se puso detrás de mí para acomodarme la silla, y se veía muy guapo. Esos ojos me hipnotizaban y él me miraba fijo, me ponía muy nerviosa.

-Anna, ¿de casualidad ayer estuviste en un motel de la carretera? -dijo acercándose a mí, esperando ansioso la respuesta.

-Sí, ¿por qué? -dije sonriendo, porque él también me había reconocido.

-¡Lo sabía, eres tú! La chica a la que le golpeé la cabeza. Disculpa, te juro que desde esta mañana no he dejado de pensar en ti, eres muy hermosa -me dijo mirándome fijamente a los ojos.

-¿Comemos? -le dije seria, la verdad no andaba con ánimos para que jugaran conmigo.

Bebimos vino y cenamos delicioso, la verdad no soy muy tolerante al alcohol, por lo que me sentía bastante mareada, como fuera de mí, pero trataba que no se me notara. Conversamos mucho, la pasamos muy bien, Thomas era publicista y fotógrafo, y estaba trabajando en una campaña para promover el turismo local.

-...por eso fue que tomé esa fotografía, estaba buscando imágenes bellas para incluir en la campaña, y resultó ser que lo más hermoso ahí eras tú -me dijo tomándome la mano y acercándose a mi como buscando besarme.

Yo giré mi cabeza pero riendo, la verdad me sentía bastante mareada, por lo que si seguía insistiendo no sabía dónde acabaría. Estoy bastante vulnerable, y él no sabe tener más que lindas palabras para mí.

Me trató como una princesa durante la cena, luego nos fuimos en su auto camino a la residencia. Me dejó en la puerta de mi habitación, abrí para despedirme, y fue ahí que se despidió dándome un beso en la mejilla que rosó la comisura de mis labios. Nos quedamos mirando y no pude evitar lanzarme a sus labios.

Septiembre©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora