Llegué a mi apartamento e hice mi maleta emocionada, no sabía a donde me llevaría Thomas, solo sabía que en treinta minutos vendría a recogerme.
Tocaron a mi puerta, y era Thomas, me quedó mirando con su hermosa sonrisa, me quitó la maleta de las manos, y me tomó de la mano para llevarme a su auto, estaba muy emocionado.
Fui todo el camino preguntando a donde nos dirigíamos y no me quiso decir, condujo alrededor de dos horas cuando de repente se detuvo frente a una cabaña hermosa e inmensa con un lago. Cuando se detuvo, se acercó un hombre al auto.
-Bienvenido señor Thomas -le dijo el hombre. Creo que era una especie de mayordomo.
-Gracias Alfred, por favor guarden el auto y bajen nuestras cosas -le dijo al mayordomo. Vamos Anna -me dijo sonriendo.
Entramos a la cabaña y era hermosa, tenía una gran sala con una chimenea, una gran cocina, y arriba, estaba lleno de habitaciones, nunca había visto una cabaña tan grande.
Thomas me pidió que me sentara en el sofá de la sala junto a él, cuando de repente comenzó a mirarme fijo y acercó sus labios a los míos. Comenzó a besarme apasionadamente y de pronto se detuvo.
-Extrañaba esto -me dijo con su boca muy cerca de la mía.
La verdad habíamos tenido la oportunidad de salir mucho estos días, pero no nos habíamos besado desde aquella noche en mi apartamento.
De repente continuó besándome, pero estos besos eran diferentes, eran mucho más apasionados como llenos de deseo, por lo que sólo me dejé llevar. Comenzó a tocarme delicadamente y de pronto se recuesta sobre mí, comenzó a besarme el cuello y me decía cosas al oído.
-Esta noche serás mía, voy... -me decía cuando de repente aparece Alfred.
-Señor Tho... Lamento interrumpirlo -dijo Alfred saliendo muy apurado de la sala.
Nosotros lo quedamos mirando y comenzamos a reírnos, no pudimos seguir, ya nos habían interrumpido.
-¿Quieres ir a ver el lago? -me preguntó Thomas.
-Claro -dije entusiasmada, la cabaña era preciosa por fuera también.
Salimos a caminar, era un terreno enorme, todo verde, el lago tenía una lancha y también un bote y equipo de pesca. La noche era preciosa, la luna brillaba como nunca, al igual que las estrellas, nunca había visto tantas.
También me indicó donde pasaba su tiempo descansando, Thomas tenía una pequeña habitación alejada de la cabaña. Íbamos caminando cuando de pronto comienza a llover, llovía mucho, tanto que tuvimos que salir corriendo ya que el césped estaba formando charcos y no estábamos preparados para la lluvia.
Estábamos bastante alejados de la cabaña, así que decidimos correr a la habitación de descanso de Thomas, que estaba mucho más cerca.
Entramos a la habitación y era muy acogedora, era de madera, tenía una cama, una chimenea y estaba llena de fotografías de la naturaleza que había tomado Thomas desde que tenía 12 años. Desde pequeño era un amante de la fotografía.
-Quítate la ropa, no quiero que te enfermes -me dijo Thomas mientras se quitaba la camisa y encendía la pequeña chimenea de la habitación.
Yo estaba algo avergonzada, lo sé, ya había dormido con Thomas, pero no me vio desnuda, además eso había pasado hace una semana y estaba mareada por el vino, estaba mucho más desinhibida. En cambio ahora, estaba completamente consciente y muy nerviosa.
-Anna tu ropa, dámela para dejarla frente a la chimenea -me decía mientras se quitaba los pantalones. Anna no te haré nada malo, quítatela para que no te resfríes.
Me quité la blusa y la falda, quedando solo en ropa interior.-Anna, estás temblando -me dijo Thomas mientras me sobaba los brazos para que entrara en calor. Ven, acércate a la chimenea -me dijo llevándome a su lado y haciendo que me sentara.
Estuvimos un largo rato en silencio mirando el fuego.
-Anna, ¿estás bien? -me dijo preocupado. Aún estas temblando, acércate a mí -me dijo mientras me rodeaba con sus brazos.
-Sigues temblando, ¿qué pasa? -me dijo preocupado.
-Nada Thomas, solo... -dije muy nerviosa.
-¿Crees que te obligaré a hacer algo que no quieres? Tranquila, a penas pare la lluvia volveremos a la cabaña.
-Está bien -le dije sonriendo aliviada.
Seguimos abrazados por largo rato sentados frente a la chimenea, cuando de pronto la lluvia se detuvo. Volvimos a la cabaña y nos sirvieron la cena a penas llegamos, eso iba a decirnos Alfred cuando nos interrumpió en la sala más temprano.
Luego de la cena, cada uno fue a su habitación, la verdad no me sentía preparada para dormir de nuevo con él. Mañana será otro día.
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Septiembre©
RomanceAnna, una diseñadora de 32 años, ha pasado la última década en soledad. Cuando ya había perdido completamente las esperanzas de encontrar el amor, conoce a Thomas un hombre guapo y publicista, hijo del dueño de la agencia donde trabaja. Ambos se gus...