Capítulo VIII: La Triste Verdad

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Le pedí a Thomas que me siguiera en su auto hasta mi casa. Quería saber toda la verdad, así que necesitábamos un lugar tranquilo para conversar.

Le hice pasar a mi apartamento y preparé café. Nos sentamos juntos en el sofá y esperé a que Thomas comenzara a hablar.

Thomas pasó un largo rato mirando la taza de café entre sus manos, tenía una cara muy triste.

De repente, deja la taza en la mesita de centro frente al sofá, y se sienta de lado para quedar frente a mí. Me tomó las manos, las tenía muy tibias por la taza de café, y me comienza a hablar.

-Anna, yo quiero que tu sepas que lo que estoy sintiendo por ti es real. Te lo juro, no estoy jugando contigo -me decía muy serio mirándome a los ojos como pidiendo que le creyera cada palabra.

-En serio, desde la primera vez que te vi... yo... -y se detuvo, miraba hacia abajo como buscando las palabras para continuar.

-Anna -me decía mientras me tocaba la mejilla. Eres muy importante para mí, jamás me había sentido así por nadie. Hace una semana atrás era un idiota, un fiestero. Conocía mujeres, estaba con ellas y las desechaba de inmediato, jamás me había enamorado y de repente llegas tú y... -me dijo mirándome fijo. Llegas tú y lo cambias todo -sus ojos brillaban mientras lo decía, esos hermosos ojos azules brillaban por mí, no podía creerlo.

-No sé qué es exactamente lo que siento, pero cuando te veo... -dijo con un gran suspiro. Cuando te veo quisiera que el tiempo se detuviera para poder estar junto a ti para siempre. Cuando veo ese hermoso rostro y ese cabello rojizo, me siento feliz.

Yo solo lo escuchaba, estaba demasiado alagada y emocionada como para interrumpirlo.

-Odio todo esto, ¿por qué las cosas tenían que ser de esta manera? -dijo con mucha rabia y agarrándose la cabeza.

-Anna, no puedo hacerlo, no puedo seguir viéndote y saber que no puedo acercarme, que no puedo besarte, no puedo vivir así -dijo mirándome con los ojos rojos, estaba a punto de llorar.

-Pero Thomas, ¡no te cases!, yo puedo esperar -le dije emocionada y tocándole el rostro con ambas manos.

Thomas me quitó las manos de su rostro y se sentó dejando de mirarme de frente.

-Anna, es que no entiendes -dijo mientras miraba al suelo. Me quedó mirando y me puso una cara muy triste.

-¿Cómo crees que mi papá logró fusionarse con la empresa número uno en publicidad del país? Es un matrimonio arreglado Anna -me dijo triste y una lágrima cayó por su rostro. Ni si quiera conozco a la chica. Ella no sé dónde me vio y se enamoró de mí, les dijo a sus padres y por eso la condición para fusionar las empresas fue esa. Yo accedí porque no me importaba, tengo 35 años y jamás había sentido algo importante por una mujer. Que más daba, seguiría con mi vida. La chica ni si quiera vive en el país, así que no tenía que fingir ser el novio de nadie. Sólo debía casarme cuando llegara el día. Entonces... -dijo otra vez suspirando. Llegué del extranjero y fui a hacer ese trabajo a la costa, y fue cuando te vi. La primera vez podía alejarme de ti, pero la segunda vez que te vi no iba a dejar que te escaparas. Y luego esa noche... -y me volvió a tomar el rostro con ambas manos. Esa noche, fue la noche más hermosa de mi vida, pero no podía quedarme al otro día.

-¿Recuerdas la carta? ¿Esa que fui a buscar a tu habitación? -me preguntó y yo asentí con la cabeza. Esa era una carta de mi padre, recordándome que debía volver el lunes temprano a hacerme cargo de la empresa y que no hiciera nada estúpido, que ahora era un hombre comprometido. Por eso a las 5 de la mañana decidí que era tiempo de partir, te veías hermosa durmiendo en mis brazos pero no podía quedarme. Por eso cuando ya estaba por irme, te dejé esa nota, no quería que me olvidaras, pero tampoco quería engañarte diciéndote que nos volveríamos a ver -dijo suspirando y sin decir más, creo que eso era todo lo que tenía que decir, esa era toda la triste verdad.

-¿Cuándo te casas? -pregunté seria.

-Dentro de un mes -me respondió triste.

-Quiero proponerte algo -le dije sonriendo, mientras le secaba las lágrimas.

Thomas me miraba confundido, creo que él esperaba otra reacción.

-¿Quieres ser feliz, aunque sea por un mes? -le dije mientras él seguía sin entender.

-Thomas, yo estoy igual que tú, no sé qué es, pero cuando estoy contigo... -suspiré. Quisiera que ese momento durara para siempre, y esa noche... jamás la olvidaré. Es por eso que quiero que tengamos un mes para ser felices. ¿Quieres vivir septiembre junto a mí? Olvidemos todo lo que sucede, sólo vivamos el presente, y nos separaremos el último día de septiembre para volver a la realidad. ¿Te gustar...? -y no pude terminar de hablar cuando Thomas me tomó del rostro para besarme.

-Acepto -me dijo susurrando mientras tenía su frente pegada a la mía.

Septiembre©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora