Capítulo I: Una Cena Familiar

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Como todos los viernes, estaba en mi trabajo, cargada sobre mi mesa de ébano tratando de hacer el mejor diseño de publicidad de mi vida, como siempre decía, cuando de repente llega Victoria, mi mejor amiga.

-Anna, ¿cómo te sientes para esta noche? -me dijo preocupada.

-Vicky, no me pongas esa cara, si sabes perfectamente que no me importa -dije algo molesta.

-Anna, te conozco hace casi 10 años, y sé que te importa, por eso me preocupo.

-Vicky en serio, no te preocupes de más... no pasa nada -dije tratando de convencerme.

A penas terminé mi trabajo, corrí a despedirme del equipo, ya que era mi reunión familiar anual y no debía llegar tarde. Llegué a mi apartamento, me cambié lo más rápido que pude y procuré arreglarme bien, ya que el año pasado mis tíos Joey y Theresa no dejaron de decir toda la noche lo desaliñada que estaba.

Al fin, luego de dos horas, ya estaba en la casa de mi abuela Monica, me recibió uno de mis primos pequeños, por lo que me dirigí sola a la sala de estar, donde se encontraba todo el mundo, mi abuela, mis tíos, mis primos y mis padres. Estas reuniones eran bastante formales, por lo que me puse un vestido azul marino, unos tacones y me recogí el cabello. Saludé a todo el mundo, conversé con mis padres que no veía hace tiempo y luego nos dirigimos al comedor para disfrutar de la cena. No llevaba ni cinco minutos comiendo cuando escucho esa desagradable voz, que felizmente solo debo oír una vez al año, era mi tía Theresa.

-¿Y Anna?, ¿aún sin marido?, veo que de nuevo vienes sola a la reunión familiar. ¿Qué edad tienes ya?, ¿36, 37? Recuerda que el tiempo corre, ¿cómo tendrás hijos a esta edad? Solo lo digo como consejo, si no corres no llegaras -dijo mi tía Theresa con un tono medio burlesco.

-Hermana, deja a mi Anna tranquila, ya vendrán los tiempos para marido e hijos. Yo sé esperar, soy paciente -dijo mi madre, tratando de defenderme.

-Anna ganó el premio a mejor diseñadora del año, estamos muy orgullosos -dijo mi padre, tratando de cambiar el tema, ya que notó lo incomoda que me estaba sintiendo en ese minuto.

-¡Felicidades Anna! -gritó mi tío Joey desde el otro lado de la mesa. Espero que esto te ayude a tener más contactos. ¡Ahora al fin podrás encontrar marido! -dijo riendo. Como dice tu tía, no es bueno seguir esperando ancianita. ¿Porque no te quieres quedar sola cierto? Eso sería muy muy triste, ya que las mujeres están hechas para procrear. Mira lo que ha hecho tu tía, tres pequeñines hermosos que me hacen feliz y a ella la hicieron mujer -dijo mientras los miraba fijo con orgullo. Te amo mi calabacita -le dijo a mi tía, haciendo arrumacos que me dieron náuseas.

-Por eso yo te digo, más vale apurarse antes de quedar seca -dijo mi tía. Ah! porque no sé si supiste -dijo mi tía, casi susurrando en tono de chisme. Paula, la chica esa vecina mía que tiene tu edad, ni te imaginas que le dijeron -dijo con un tono de tristeza algo entusiasmada. ¡No va a poder tener hijos nunca! ¿Te imaginas eso tú Anna? Que tristeza más grande, su vida se vino al suelo, además ni siquiera tiene marido, pobre chica -dijo suspirando. ¡Oye! Tal vez deberían juntarse ustedes dos, ya que comparten la misma desgracia -dijo en tono burlesco.

Y fue ahí, cuando mi padre no aguantó más, golpeó la mesa con sus puños, y le dijo cuanta cosa quiso a mi tía. Y ahí fue cuando entró a discutir mi tío Joey y también mi madre. Ya no entendía nada de lo que se decían, eran gritos ensordecedores que me ponían cada vez más molesta. Hasta que no lo soporté más.

-¡Cállense, cállense! -dije gritando. ¿Pueden dejar de discutir sobre mi vida? ¡Ya no lo soporto más! Cada año vengo aquí y me humillan, no les gusta lo que hago ni como me veo y lo que más odio, ¡es que siempre me reprochen que no tenga marido ni hijos! ¡Lo sé! Estoy vieja y no tengo nada que valga la pena, mi trabajo cada vez me motiva menos, nunca me recibe nadie cuando llego a casa y si, el tiempo pasa y no sé si seré capaz de tener hijos, no sé nada de lo que vendrá y siento pena por mí, pero odio que cada año me lo tengan que echar en cara. No lo soporto más -dije muy enojada, pero al mismo tiempo aliviada. Llevaba años guardando esos gritos dentro de mí.

Me dirigí rápidamente a la sala de estar, tomé mi bolso y me fui dando un portazo.

Luego de un rato, llegué a mi apartamento, me senté en el sofá en medio de la oscuridad y sentía que algo oprimía mi pecho. Fue ahí cuando comencé a llorar. Era un llanto tan desgarrador que apenas podía controlarlo, me sentía sola, muy sola, y que todo lo que había logrado alcanzar en realidad no valía nada. Estaba allí en el sofá sintiéndome patética.

Luego de haber llorado un largo rato, me tendí en el sofá mientras me calmaba, miraba mi apartamento en medio de la oscuridad y no me sentía a gusto allí, tanto me había costado llegar a tener esas cosas pero no me llenaban, al contrario, me hacían sentir aún más sola. Y fue en ese segundo, cuando una idea maravillosa vino a mi mente. Saqué la maleta de debajo de mi cama, guardé algo de ropa, tomé las llaves del auto y me fui sin más. Algo haría para cambiar mi vida.

Septiembre©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora