Capítulo IV: Una Hermosa Noche de Septiembre

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 Rodeé su cuello con mis brazos y me puse en puntillas para alcanzar sus labios. Ni siquiera lo pensé, sólo lo hice. Me retiré luego de darme cuenta de lo que había hecho, pero él no me permitió alejarme, tomándome el rostro con ambas manos sin dejar de besarme.

Sentía que estaba en las nubes, en un sueño.

Thomas entró en la habitación y cerró la puerta, siguió besándome mientras me llevaba hacia la cama. Eso me hizo poner nerviosa, pero decidí dejarme llevar.

Nos recostamos en la cama y él comenzó a mirarme, me miraba fijamente a los ojos y los labios, no podía descifrar que es lo que estaba pensando, era como que no sabía si parar o seguir adelante. Finalmente, decidió seguir adelante.

-Quiero memorizar tu rostro, quiero recordar cada detalle de esta hermosa cara -me decía mientras me miraba fijo.

-Pero Thomas, si nos podemos seguir viendo, no tienes para que memorizarme -le dije sonriendo y besando su mano que me acariciaba la mejilla.

Thomas sólo me sonrió y me comenzó a besar de nuevo.

Sus manos recorrían delicadamente mi cuerpo, muy lento, jamás me habían tocado así, aunque solo había tenido una experiencia y fue hace mucho tiempo.

Comenzamos a quitarnos la ropa el uno al otro, nos metimos entre las sábanas y continuamos con lo nuestro. El momento había llegado, y comencé a temblar y respirar agitadamente.

-Anna, ¿estás bien? Si quieres podemos parar -me dijo preocupado.

-No, no es necesario -le dije sonriendo y acariciándole el pelo.

Me besó y continuamos. No recordaba lo placentero que podía llegar a ser, fue hermoso y perfecto, fue una noche que jamás olvidaré.

Ambos estábamos con la respiración agitada, Thomas me beso la frente y comenzó a abrazarme.

-Estaría así contigo para siempre -me dijo mirándome con esos hermosos ojos azules.

-Yo también -le dije sonriendo ilusionada.

Me dio un largo beso en la frente y nos quedamos abrazados hasta que nos dormimos.

Al otro día estaba sola en la cama, Thomas se había ido, no había rastro de él. Sin embargo, a mi lado había una bandeja con jugo, frutas y tostadas, una rosa roja y una carta.

Ilusionada abrí el sobre y comencé a leerla.

Querida Anna,

El día de ayer jamás lo olvidaré, desde que te vi esa mañana en el motel no pude sacarte de mi cabeza. Eres una mujer hermosa y divertida, gracias por permitirme vivir estas horas contigo. Siento que me llevo un trozo de ti, no voy a olvidarte jamás. Que tengas una maravillosa vida.

Siempre tuyo, Thomas

Una lágrima cayó en la carta cuando terminé de leerla, me había ilusionado pero terminé nuevamente con el corazón roto.

Jamás volvería a ver a Thomas.

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