Capítulo 5

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Leah Simmons [...]

Me lancé a la cama completamente desanimada por el asqueroso día que había tenido en la preparatoria.

No tenía ganas para pensar en nada más, y solo quería relajarme y estar sola.

Confiar en alguien era difícil, lo comprobaba una vez más; y no lo decía por Ross solamente, era un pensamiento que tenía en general.

Esperaba de verdad que él nunca dijera nada pero terminó haciéndolo y eso me decepcionó un poco.

Sé que probablemente solo había intentado hacer lo correcto, pero esa no era la forma en esta ocasión, sobre todo considerando que prácticamente toda la escuela me tenía como una mentirosa mientras que Aiden era la víctima.

Y considerando también el hecho de que Aiden me tenía amenazada.

Cerré mis ojos, intentando dormir, tal vez.

Una risita en el marco de la puerta de mi habitación hizo que me sobresaltara.

—¿Cansada eh? Imagina yo, que tuve que pelearme con mi estúpida jefa a cambio de mi maldita liquidación.

Voltee a ver a mi madre completamente confundida  y noté que estaba hasta alcoholizada hasta las muelas.

No podía ser posible.

—¿Qué? ¿Te despidieron?

Dije, preocupada pensando en como seguiríamos pagando algunas cosas y también molesta y preocupada porque era mi último año en la preparatoria, y a menos que hiciera un examen y obtuviera una beca,  iba a necesitar dinero para la universidad.

—No puede ser posible —me quejé en voz baja y me levanté de la cama, pasando junto a ella.

—Supongo que puedo darme un descanso. ¿No? —comentó ella, riendo.

La miré, incrédula.

—No no puedes, necesitamos dinero —le respondí, molesta.

—Lo lamento Leah, pero en realidad esto es tu culpa. Enfurecí tanto cuando escuché a dos chicas hablar sobre ti, que accidentalmente le derramé batido a una de ellas en su vestido —me dijo y la miré, como si estuviera mirando a una loca.

—¿Por qué sería mi culpa? ¿Ahora vas a culparme también por qué no puedes controlar tus emociones? Me has culpado casi de todo a lo largo de mi vida, ¿otra vez lo harás?

Le dije, furiosa y recordando cada discusión.

—¿Cómo querías que reaccionara si toda nuestra reputación se ha ido a la mierda? La gente no deja de decir todas las porquerías que haces, Leah.

Exploté, simplemente lo hice.

—¡Es increíble como puedes creerles más a ellos que a tu propia hija!

Mis manos comenzaron a temblar, de una forma horrible y como siempre lo hacían cada vez que discutía con ella.

—Ya sabes lo que dicen, cuando el río suena...He escuchado muchas cosas hija, creo que la que no puede hablarme con la verdad eres tú. Pero no te culpo, tal vez yo me portaría igual con una vida de mierda y si fuera una bastarda como tú. ¿Por qué tengo que recordarte que tu padre nos dejó por tu culpa, cierto?

Apreté mis puños.

—Estás ebria, no sabes lo que dices.

Me di la vuelta después de que me siguiera hasta la sala mientras yo buscaba algo, y regresé a mi habitación.

—No puedo creer que hayas perdido el puto trabajo por una estupidez, madre.

—Y yo no puedo creer que mi hija sea  una vulgar y tenga relaciones con chicos en los autos. ¿Qué eres acaso Leah, una  prostituta? Es decir,  siquiera  deberías pedirles dinero. Me das vergüenza. 

Mi madre me dio una bofetada de repente y simplemente me quebré.

Le intenté arrebatar la botella de alcohol de la que tomaba cada dos segundos, pero no lo logré.

Mi madre me empujó haciendo que tropezara y cayera sobre mi cama.

Ella me tomó del cabello y me ensució con algo del líquido de la botella, derramando a propósito sobre mi cara y ropa. 

Jaló mi cabello mientras repetía un montón de cosas hirientes y me aventó al suelo.

—¡Me das asco, Leah! Eres una cualquiera, eres una zorra.

Tomó un trago de la botella y me escupió, cuando aún me encontraba en el suelo.

—Esto es tu culpa, que no se te olvide.

Salió de mi habitación azotando la puerta y yo me quedé sentada en el suelo junto a mi cama, recargando mi cabeza sobre ella.

En un mar de lágrimas, busqué entre mi mochila sin descansar, con las manos temblorosas y los ojos completamente rojos.

La vista se me nubló de repente cuando volví a romper en llanto y finalmente encontré mi frasco con las pastillas que tomaba para dormir, en especial cuando este tipo de cosas ocurrían y solo buscaba relajarme.

Saqué dos pastillas y miré el contenido del frasco, finalmente tomando una más de las dos habituales que siempre tomaba.

Las coloqué en mi boca y las tragué segundos después, mientras me recostaba en mi cama, esperando que estas hicieran su efecto.











***

Dejen sus comentarios, espero les esté gustando la historia.

-FeernandaR5.

BLANCO Y NEGRO // Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora