Capítulo 26

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Abrí los ojos de golpe, levantándome sorpresivamente.

Un terrible sueño me había atormentado durante un buen rato, hasta que finalmente mi subconsciente reaccionó a aquellas pesadillas, despertándome de sorpresa.

Me llevé las manos al rostro, agitada, y al notar el desastre en aquella habitación, quise desmayarme. Observé la hora al observar el despertador de Ross sobre la mesita de noche.

Eran las 10:45 de la mañana.

—Mierda —maldije en voz baja al recordar de repente, que tenía terapia el día de hoy, y la cita era a las 9.

Me pegué en el rostro con las manos maldiciendo una y otra vez, pensando e intentar encontrar una buena excusa para llegar tarde con la doctora y disculparme con ella, y para explicarle a mi tía lo que había sucedido.

Un breve destello sobre mi sueño iluminó mi mente de repente, y después de pensar durante varios minutos en aquella horrible pesadilla que había vivido mientras dormía, decidí despejarme por completo.

Ross se movió a mi lado, despertando del sueño profundo que mantenía tan solo unos segundos atrás.  Se talló un poco los ojos y con dificultad los abrió.

—¿Pasa algo? —me giré para verlo y apreté los labios.

—Olvidé mi cita. Ni corriendo llegaré, voy retrasada por una hora, o más —le dije, evitando tocar el tema de mi sueño, pues era tan confuso para mí y aterrador al mismo tiempo, que no quería preocuparlo. 

No más.

Tomé su playera la cual estaba tirada en el suelo, y me la puse. Tomé mis bragas también, que encontré tiradas junto a la cama de Ross. Me vestí con ambas prendas y me levanté de la cama, yendo hacia el baño.

Ross volvió a recostarse sobre su almohada, y se tapó el cuerpo con las sábanas.

Me vestí lo más rápido que pude, y después de lavar mi cara y quitar las partículas restantes de maquillaje sobre mi rostro, y de rímel corrido, corrí a ponerme los zapatos.

—¿Irás sin bañarte? —Ross me dijo, molestándome y burlándose de mí.

—Esto no hubiera pasado si después de la fiesta no me hubieras traído a tu casa —respondí, tratando de defenderme.

—Cariño, no recuerdo haberte obligado —alzó las cejas, victorioso, y me guiñó un ojo. Sonreí, sintiendo crecer poco a poco el rubor en mis mejillas 

—¿Quieres que te lleve? —preguntó, mientras yo me encontraba terminando de buscar mis cosas y levantando un poco el desorden de la habitación.

Asentí con la cabeza y Ross se levantó de la cama, deprisa y vistiéndose con lo primero que encontró en algunos cajones. Se colocó una sudadera también, y ambos salimos de la habitación minutos después.

Escaleras abajo nos encontramos con Rocky quien acababa de salir a correr, y a Rydel, quien terminaba de preparar el almuerzo para todos.

Yo no debía de estar ahí, en realidad. No me parecía tan correcto ni me sentía bien de que los padres de Ross me vieran saliendo de la habitación con su hijo.

—¿No se quedarán? Rydel hizo panqueques —dijo Rocky. Observó nuestra ruta hacia la puerta después de que Ross tomara las llaves de su automóvil.

—Gracias Rocky, pero tengo cita con el doctor.

Alzó las cejas algo confundido y sin saber exactamente a que tipo de cita me refería, pero no preguntó. 

—No le digan a mamá que Leah estuvo aquí, ¿de acuerdo?

Ordenó Ross, antes de que saliéramos de casa, cerrando con rapidez aquella puerta.

BLANCO Y NEGRO // Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora