Capítulo 25

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—¿Entonces? —habló la rubia, recargada en el capó del precioso automóvil de Jacob Evans, a quien tenía abrazado por un costado.

Miré a Maeve algo indecisa, y agaché la mirada, sin decir nada.

Era bastante claro que la idea no me agradaba para nada, pero no iba a decirlo. Mucho menos si todos tenían bastante ganas de ir a tal fiesta y yo era la única amargada sin motivación o interés en hacerlo.

Ross le dio una última calada al cigarrillo que fumaba, cuidando de que algún guardia del bachillerato no se encontrara en el estacionamiento, o cerca de nosotros.

Drew se cruzó de brazos y miró a Ross, algo impaciente porque decidiera algo.

Ryland permanecía en silencio, mirando su celular y teniendo una conversación con chicos de otros grados, quienes, irían a la fiesta.

Esto es lo que estaba pasando: Stella Green daría una enorme fiesta en su casa en celebración de la graduación, y como una despedida al ciclo escolar, y también, a nosotros. Toda la preparatoria estaba invitada, y como la casa de Stella en realidad parecía ser una mansión, muchos chicos y chicas adoraban ir a aquel lugar. 

Drew y Ryland habían hablado con Ross toda la mañana, insistiendo de muchas formas para que aquel castaño, quien ya se encontraba bastante irritado y cansado de la situación, terminara aceptando y fuera con ellos a la fiesta. Como siempre había sido, ellos tres.

A Maeve en realidad le daba igual ir, o eso parecía, hasta que Jacob Evans su apuesto y popular novio, y mariscal de campo, le dijo que fuera con él y el resto del equipo a la fiesta. 

Ross se encontraba entre la espalda y la pared. Por obvias razones.

Digamos que Ross no quería seguir teniendo ese tipo de contacto con Stella, mucho menos después de tantas cosas que habían sucedido entre nosotras, donde Stella Green había tenido bastante importancia.

Y aunque yo me encontraba mejor emocionalmente, y continuaba con las pastillas, eso no evitaba que mi ansiedad regresara por ratos. Y lo que menos quería, era tener una escena de ese tipo, en plena fiesta. 

Y para ser honesta, en realidad no terminaba de agradarme la idea de ir a una fiesta en casa de la chica que había salido con mi novio, tan solo unos meses atrás.

Pero no dije nada, no lo había hecho en todo el día, para ser exactos.

Y no hacía falta que no dijera nada. Ross se daba cuenta de ello.

—Bien. Van a joderme toda la vida si no voy con ustedes —dijo finalmente el castaño, mirándome de reojo.

—Estás en lo correcto —dijo Drew, sin pena alguna. Lo miré, queriendo asesinarlo por tratar de convencer a Ross de ir a esa fiesta.

—Da igual bro, solo es si tú quieres —hablóel menor de los Lynch.

Me di la vuelta, rodeando el automóvil de Ross y subiendo a él con algo de coraje guardado. Arrojé mi mochila al asiento trasero y cerré la puerta con fuerza ya dentro.

El resto del grupo permaneció afuera. Hablaron unos minutos, y después, Ross entró al auto conmigo.

Se pasó las manos por el cabello, jalando un poco este y revolviéndolo. Un gesto que realmente adoraba que hiciera aunque en realidad significaba que estaba molesto, o estresado. Lanzó un enorme suspiro y me miró, en silencio.

—Podemos pasar un buen rato con nuestros amigos, ¿qué piensas, eh? —me dijo, tratando de convencerme.

De verdad no quería verme como la maldita novia aburrida y controladora, como ese tipo de novia que provocaba peleas y enojos entre los amigos de su novio y él. Además, Ross hasta ahora me había demostrado que no tenía motivos para dudar de él.

BLANCO Y NEGRO // Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora