Capítulo 27

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¿Qué significaba aquel sueño, y por qué se encontraba tan presente en mi cabeza al cerrar los ojos durante los últimos días?

Pensaba, intentando encontrar alguna respuesta mientras miraba el agua saliendo con fuerza desde el cabezal de la regadera hasta caer al frío suelo, mojando los azulejos y finalmente huyendo a través del desagüe. 

Algunas imágenes breves sobre mi sueño iluminaron mi mente, tomándome por sorpresa, mostrándome con mayor claridad lo que ocurría dentro de aquella descabellada pesadilla. Los rostro de las personas a mi alrededor se veían de forma más clara pero continuaba sin identificar de quienes se trataban.

Se repetía aquella frase una y otra vez: "lo lamento, no tiene pulso".

—Leah, date prisa, estoy por servir el desayuno —escuché la fuerte voz de mi tía, a distancia, llamándome detrás de la puerta de mi habitación. 

Aquel inesperado llamado me sacó de mis pensamientos, regresando a la realidad y logrando con ello que por fin me metiera a la ducha. El agua caliente sobre mi cuerpo logró relajarme de alguna forma, quitando todas esas preocupaciones derivadas de aquel terrible sueño del cual había recién despertado.

No era la primera ni la segunda vez que tenía ese sueño, y aunque en un principio hubiera corrido a contarle a alguien más sobre la situación, o buscado algún consuelo en Ross, esta vez no quería hacerlo. Por alguna extraña razón sentía que Ross ya tenía demasiadas preocupaciones referentes a nuestra relación y a mi estado, como para atormentarlo aún más.

Probablemente se lo diría a Maeve, probablemente lo reservaría para mí misma. No lo sabía.

Habían pasado un par de días desde aquella fiesta que había terminado en una intensa discusión entre Ross y yo, justo a las afueras de la enorme casa de los Green. Habían pasado días también desde la última consulta con la doctora Harris. La medicación funcionaba, aunque obviamente los resultados tardaban en presentarse algunas horas, incluso días, por lo que en ocasiones me sentía igual que antes, o peor.

Ross y yo no habíamos tocado el tema desde la fiesta, y aunque en el fondo pensaba firmemente que evitar el problema solo nos traería enormes líos más tarde, prefería dejarlo así.

Las cosas estaban bien entre nosotros. Y esperaba que pudieran mantenerse de esa forma.

Salí de la ducha despué de casi diez minutos bajo el agua, incluso podía sentir el vapor del baño ahogarme poco a poco. Envuelta en una toalla caminé hasta mi habitación, donde me sumergí entre mi armario tratando de encontrar algo adecuado para vestirme. 

Era domingo por la mañana, el clima era algo húmedo sin embargo hacía demasiado calor. Esperaba pasar la mayor parte del día en compañía de Ross, en su casa. Como lo habíamos planeado un par de días atrás.

Tomé un vestido holgado, de hombros caídos y de un precioso tono perla, con un estampado bastante bonito. Busqué entre mis zapatos, finalmente decidiéndome por unos converse que me mantuvieran cómoda y tomé un pequeño bolso, el cual me colgué sobre el hombro después de guardar un par de cosas dentro, y mi celular.

Me miré frente al espejo, revisando por última vez si me encontraba lista. Miré ambos frascos del medicamento que solía tomar para ayudarme con mis problemas depresivos y después de echarme dos pastillas a la boca, los guardé igualmente dentro del bolso.

Pasé las pastillas con algo de dificultad, pero honestamente,  me encontraba tan acostumbrada a consumir este tipo de fármacos a lo largo de mi vida que, ya me daba igual si las tomaba pasándolas con un vaso de agua o solas.

—¡Leah Simmons, ¿vas a desayunar o qué demonios?!

Gritó nuevamente mi tía Isabelle desde la planta baja, con un tono severo de voz. Lancé una risita por tardar más de lo debido y por fin salí de mi habitación dirigiéndome hasta el comedor con ella y Willow.

BLANCO Y NEGRO // Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora