Escucharlo llorar era completamente desgarrador. La alegría y calma que solía caracterizar a Ross, parecía que había desaparecido como por arte de magia.
Y aunque entendía que no podía estar bien, también me preocupaba bastante.
Acaricié su cabeza con tranquilidad, intentando darle un poco de esta al castaño. Mis dedos se enredaban entre los pequeños remolinos que se formaban en su cabello. Lo miré, notando que finalmente se había rendido ante el sueño y el cansancio después de horas y horas llorando.
Lancé un suspiro. Estaba verdaderamente preocupada por él.
Ross tenía suficientes asuntos y situaciones de las que preocuparse en estos momentos de su vida, y yo no quería brindarle más preocupaciones con mis problemas, con mis crisis, con mi enfermedad.
Haber escuchado esa conversación a escondidas había traído sentimientos encontrados a mi vida. Por un lado, me encontraba tranquila y al mismo tiempo asombrada enterándome que aquella chica que lograba superarme en todos los aspectos, no me odiaba, y no intentaba separarnos a Ross y a mí, o poner a Rydel en mi contra.
Por otro lado, enterarme del sufrimiento y la angustia que Ross callaba constantemente por mi culpa, me había golpeado de sorpresa. Me sentía mal, porque ese tipo de cosas eran las que quería evitar desde un inicio, desde que Ross se había acercado a mí. Desde el principio quería prevenir que Ross absorbiera todo el veneno que intoxicaba mi vida, que intentara convertirse en mi terapeuta, o que se obsesionara con la idea de curarme o ayudarme.
Ross intentaba sacarme del inmenso océano de tristeza, soledad y depresión en el que había nadado casi toda mi vida, pero me aterraba que aquellas olas, que ese gigantesco sentir, nos atrapara a los dos. No quería que él se hundiera también.
Y aunque Ross mentía muy bien, lo suficiente como para hacerme creer que estaba de maravilla, últimamente podía notar algo distinto en él y en su forma de actuar. No sabía si se debía a que Ross estaba siendo más expresivo, soltando todo, o a que yo había comenzado a poner más atención a raíz de escuchar esa plática.
Le costaba trabajo separarse de mí por las tardes, cuando cada quien tenía que partir a casa después de la escuela. Se aseguraba de que estuviera bien a cualquier hora del día, y si alguna crisis me tomaba por sorpresa, aquel castaño corría lo más pronto posible hacia la puerta de mi casa, en busca de ayudarme y tratar de que entre los dos, pudiéramos controlar la situación, disminuir los malestares, calmar el dolor. O bien, si es que el ir hasta mi casa no era una opción en ese momento, mi móvil sonaba de inmediato y no colgaba la llamada hasta asegurarse de que me encontraba más tranquila.
Pronto descubrí que Ross estaba muriendo de miedo. Y todo había iniciado aquel día en que perdí los estribos, embriagándome, perdida entre mis sentimientos y enfermedades, aconsejada negativamente por mi madre.
Esa tarde que había traído un montón de problemas entre Ross y yo.
Ese día algo se había quebrado dentro de mí, pero jamás imaginé que hubiera causado el mismo dolor y agobio en él.
Le quité el saco negro que usaba, con cuidado de no despertarlo o removerlo mucho sobre la cama. Acaricié su cabeza después de recargarla sobre una de sus almohadas, y con una pequeña pero cálida manta, lo cubrí.
Su nariz se había tornado de un color rojo, probablemente debido a la enorme cantidad de veces que había llorado y recurrido a los pañuelos desechables en todo el día.
Siempre había odiado los funerales. Suponía que no necesitaba más tristeza en mi vida, y un funeral era justo eso, tristeza y dolor multiplicados. Ahora odiaba con más fuerza los funerales, pensando en el suplicio que había sido para Ross despedirse de su padre.
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BLANCO Y NEGRO // Ross Lynch
FanfictionSin colores, en blanco y negro. Así era como ella veía el mundo. Pero cuando estábamos juntos, su mundo se pintaba de colores. Y los atardeceres eran los más bellos que había contemplado en mi vida. ⚠️ CONTENIDO ADULTO ⚠️ 》PROHIBIDA LA COPIA Y/O ADA...