Capítulo 32

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Tallaba mi piel con brusquedad, sintiendo demasiado odio y asco al mismo tiempo, queriendo borrar cualquier rastro por minúsculo que fuese de esa noche.

En cuanto me di por vencida y me convencí que no podría deshacer lo ya ocurrido, y que esas marcas aunque físicamente se desvanecieran en algún instante, en el fondo, siempre las vería y las sentiría ahí, me desvanecí en el suelo de aquella regadera.

Todo me parecía incluso más frío, oscuro y triste ahora. Todo lo había dejado de ver como lo había aprendido a ver los últimos meses. Me encontraba en una especie de estado mental donde parecía estar en reposo, fuera de mi cuerpo y mentalmente en otro lado, mirando a todos lados, cansada, fastidiada, con miedo, mirando todo nuevamente en escala de grises.

Mi mundo se había reducido de nuevo a eso. A un mundo en blanco y negro.

No había dormido biena, y estaba segura de que no iba a lograr hacerlo en mucho tiempo. Simplemente, al momento de cerrar los ojos, volvía a recordar la forma en como me aferraba a la idea de alejarlo de mí, recordaba el metálico sabor de la sangre y la sensación de miles de lágrimas escurriendo a través de mi rostro volvía a vivirla como si estuviese ocurriendo nuevamente.

Apreciaba su sonrisa descarada a la perfección, las palabras hirientes que dijo mientras me torturaba y se burlaba de mi dolor y mi miedo.

Y también estaba la pelea en el aula escolar, seguido de mi espectacular, y para nada dramático desmayo. El asunto de la fotografía que Violet había tomado de mí esa misma noche en que todo ocurrió y que después la hubiese publicado sin remordimiento alguno ya me importaba una mierda.

Violet Thompson era una verdadera desgraciada, y desafortunadamente, iba a cargar con las consecuencias de sus acciones por mucho, mucho tiempo. Ella era una de las culpables de muchos de mis miedos y traumas actuales, después de todo.

Pero...mierda, cuanto me había costado no decirle ni una sola palabra a Maeve en cuanto la fotografía se publicó. Había estado realmente molesta con ella por abandonarme y acercarme a las personas con quienes no quería estar, me había dado la espalda en un momento donde me sentía vulnerable, pero había visto y reconocido la desesperación y frustración en sus ojos en cuanto vio su teléfono celular y preguntó a que hora había partido de la fiesta.

Ella sabía lo que había pasado, y si no estaba completamente segura, por lo menos tenía una sospecha.

Y Ross también.

Recordar la ira en sus ojos en cuanto cruzamos miradas dentro de aquel salón de clases me destrozaba. Pensar que la única razón por la cual habíamos vuelto a cruzar palabra era por un hecho tan desafortunado como lo que Aiden me había hecho en aquella fiesta era simplemente desgarrador para ambos.

Había culpa en él, se sentía fatal. Tenía un montón de coraje guardado, probablemente de días antes, pero que finalmente había descargado con Aiden Slate y con razón de sobra.

Unas ganas inmensas de abrazarlo y decirle que todo estaba bien llegaron a mí en cuanto lo vi desesperado por obtener alguna respuesta, golpeando una y otra vez a Aiden, llenándose las manos de sangre de aquel animal y volviéndose loco. Y mi única respuesta ante todo, fue llorar.

Como siempre.

Un fuerte toque a la puerta del baño me sacó de mis pensamientos, sobresaltándome debajo del chorro del agua caliente y haciendo que me levantara de inmediato, cerrara la llave y me colocara una toalla alrededor de mi cuerpo.

—Leah, ¿todo en orden? —la voz preocupada de mi tía Isabelle resonó al otro lado de la puerta y ahogué un enorme suspiro.

La voz me tembló y traté de relajarme después de haber controlado el llanto dentro de aquel cuarto pequeño. Con las manos también temblándome, giré la perilla de la puerta y coloqué la mejor y más falsa sonrisa posible, encontrándome con su rostro preocupado tratando de indagar que ocurría conmigo.

BLANCO Y NEGRO // Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora