Capítulo 31 || Peleas.

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______ P.O.V

Al abandonar el aula, corrí tras Andy, pero perdí su rastro y ahora sólo me queda buscarle. Con cada paso aquel nudo en mi garganta aumentaba considerablemente, me sentía desesperada al buscarle en un aula y que ésta estuviera vacía. Corrí con aún más prisa, sin saber por dónde dirigirme. Por mi mente pasó la idea de que podría estar en el baño como la última vez, pero al verificar aquel lugar y corroborar que se encontraba desolado,  aquella opresión en mi pecho aumentó y ese lugar se unió a la lista de descartados.

Me encontraba al límite de la desesperación, lágrimas florecían de mis ojos dejando constancia del pesar que experimentaba, y poco a poco mis fuerzas comenzaban a decaer, me detuve frente a las puertas de la antigua y espaciosa biblioteca, entré y me senté en el piso, intentando recobrar fuerzas.  Jadeos y suspiros de cansancio eran  emitidos desde mis cuerdas vocales, dejé que mis ojos se cerraran un momento y al abrirlos inspeccioné los recovecos de la biblioteca. Di un respingo al ver a una persona con la cabeza entre las piernas, en diagonal desde donde yo estaba. Aquel hombre parecía bastante sumido en lo que hacía y aún no podía reconocerle, pero basto que diera un par de pasos para poder reconocer a Andy. Parecía no atender mi presencia o hacía caso omiso a la sensación de tener a alguien cerca. Tímidamente lo atrapé en un abrazo, pude notar como aspiraba mi perfume y me separaba de su cuerpo.

—Aléjate—murmuró.

Nuevamente la sensación opresiva  atacó mi pecho y amenazó con transformarse en lágrimas. Reprimí aquellos impulsos e ignoré aquel comentario, me esforcé por remediar la situación.

—Lo siento—mordí mi labio.

Me miró con los ojos rojos y frunció el ceño.

— ¿No puedes entender que esas palabras no remedian la situación?

Inhalé y exhalé. Fugazmente preparé y seleccioné las palabras adecuadas.  

 —Ya lo sé, Andy—hice una pausa—Sé que puedo comportarme como una verdadera desconsiderada, pero te dije que tiene su razón. Mi hermano ha dejado California y he tenido que ayudarle con sus cosas, disfruté mis últimos días con él, lo hemos pasado increíble—mentí—siento no preocuparme por cómo te sentirías al saber que no respondía tus llamadas, soy una persona horrible, pero daría todo por ti, ¿Me oyes?, jamás vuelvas a pensar que podría olvidarme de ti, o hacerte daño—tragué sonoro por la última frase.

Levantó su cabeza  y tímidamente se acercó a mis labios. Extrañaba sus besos, cada contacto con su piel se transformaba en un escalofrío certero, pensar en el magnífico roce de su piel con la mía causaba excesivas sensaciones en mi interior, llenaban esos espacios vacíos, él podía completarme, pero lo triste de esta situación es la manera en que nos juntamos. Involuntariamente dejé que un suspiro escapara de mis labios, me separé de él y este me sonrió, y nuevamente estábamos unidos en un perfecto  beso. Poco a poco se fue tornando más intenso, con mis manos desordenaba su cabello y el acariciaba mi espalda, me puso contra la pared y movió sus manos por debajo de mi top, bajó sus manos hasta mi trasero y le propiné un pequeño golpe, le di un corto beso y me separé de él.

—Hey—se quejó e hizo un mohín.  

Sonreí inocente y besé la comisura de sus labios, él abrazó mi cintura y profundizó el beso, nuevamente me solté y sonreí.

Me dispuse a caminar hacia la puerta, me sentía victoriosa y a la vez sucia.

—Tú eres mala—sonrió Andy y caminó junto a mí.

—Tal vez—sonreí de lado.

El timbre sonó, anunciando que estábamos libres. Caminamos de la mano por el pasillo, recibíamos miradas que transmitían diversos sentimientos: odio, recelo, felicidad y admiración, pero fueron pocas en comparación con lo que nos esperaba para la cafetería. Mi cuerpo se estremeció y Andy notó aquello.

El reto: 365 días en California →  Andy Biersack {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora