Pide un deseo.

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Zoe

—Enciende la vela, Martín.

—Shhh ¡está despertando!

Abrí los ojos completamente, encontrándome con Carlota, mamá y papá a un lado de mi cama, con un pastel en las manos de mi padre.

—Feliz cumpleaños a ti...—Comenzaron a entonar la canción al unísono, mientras yo me reincorporaba sonriendo.

—Oh, vamos, no tenían que hacerlo.

Mamá se sentó junto a mí, su perfume de vainilla llegó a mi nariz y me sentí bien, la nostalgia de ese mismo aroma inundando la casa cuando era una niña me obligó a contener una lágrima.

—Pide un deseo, cariño.—Dijo papá inclinando el pastel hacía mi dirección.

No sabía que pedir, desde que era una niña solía pensar todo el año en qué desear al soplar la vela de cumpleaños, pero siempre era lo mismo, en el momento siempre me quedaba en blanco.

Soplé la vela sin pensar o desear algo, tal vez internamente esperando a que las fuerzas del universo encargadas de los deseos de cumpleaños supieran mejor que yo qué quería.

Un click se escuchó justo al soplar la vela, Carlota había tomado una foto.

—Muchas gracias, en verdad, son los mejores.

—Carlota ¿podrías tomar una foto de los tres por favor?

—Mamá, acabo de despertar ¿por qué no esperas a que me arregle más tarde?

Mi madre miró a mi padre como enviándole una señal que ni él ni yo comprendía, hasta que gesticuló un "Ah" y dejó el pastel en el tocador a un lado de mi cama para sentarse al otro lado de mí.

Miré a Carlota esperando encontrar respuestas, solo encontré una cara de alegría al ver la pantalla de la camara con la que había sacado la foto antes.

—Zo, tu madre y yo no podremos estar esta noche.—Dijo por fin papá después de un breve silencio.

Apreté los labios y los miré neutra, no estaba enojada, ni si quiera estaba desilusionada o sorprendida, esto era algo habitual en ellos.

—¿Dónde irán? Acaban de llegar.

—No saldremos de la ciudad, mi amor, pero tenemos que ir a una reunión importante de tu padre.

—¿Es en la noche?

—Será en un hotel, al parecer será una cena y Alberto está empeñado en que todos nos hospedemos esa noche.

Alberto era el jefe de mi padre, trabajaba en una fábrica de productos derivados del petróleo, era ingeniero químico y mi madre era del departamento de finanzas de la misma empresa, por lo cual siempre iban a todas las reuniones y viajes juntos.

—Pero no te pongas triste, cielo, ahora puedes descontrolar un poco más tu fiesta.

—No le des ideas, Marta.

Reí suavemente, ellos se pararon.

—Dejamos que te vistas para que bajes a despedirte, prometemos compensarte.

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