El armario.

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Zoe

—Lo siento, no sabía que había alguien dentro.—Habló por fin, su voz era profunda y se veía distraído —Me iré.

Intentó abrir la puerta pero no pudo, lo hizo con más fuerza y yo reí desde el suelo.

—Creo que se atascó.—Habló con desesperación, sin dejar de intentar abrirla.

—No se atascó, éste cuarto solo se abre por fuera, una vez dentro no se puede abrir.

Su cara fue un poema, reí ante sus ojos sorprendidos y su expresión asustada.

—¿Cómo sabes eso?

—Vivo aquí... ¿Y tú eres?

—Dorian, me llamo Dorian.

—Zoe.—Hice un saludo con la mano y él solo sonrió fingidamente, antes de sentarse a mi lado.

—¿Tienes tu celular?

—No.—Mentí, sabía que quería llamar a alguien pero yo no quería salir, aún no.

—Oh, espera, si vives aquí, tú eres...

—Si, la cumpleañera.

—Feliz cumpleños, lo siento por no traer un regalo, no sabía si debía y no creí que te ve-

Solté una carcajada y eché mi cabeza para atrás interrumpiendolo, este chico.

—¿Ves a alguien más con un regalo?—Dije callando mi risa.

—No... Pero creo que un regalo es lo mínimo que podrían darte por ser invitados a una fiesta así, en donde el alcohol y la entrada son gratis.

—¿Esperabas que cobrara por entrar a mi cumpleaños? ¿Quién soy? ¿Obama?

Él rió y yo lo acompañé.


Guardamos silencio y él estiró sus piernas, eran más largas que las mías y pude darme cuenta que era más alto de lo que pensé pues mis piernas se veían algo cortas a su lado.

—¿Cómo planeabas salir de aquí entonces? En primer lugar ¿por qué estás aquí y no en tu fiesta?

—Estaba despejando mi mente del ruido... Y no te preocupes, no tardarán en buscarme para soplar las velas del pastel.

—No te ves feliz.

Su comentario me hizo voltear a verlo, me miraba con curiosidad y parecía analizarme.

—¿Estudias en La Paz?

—No, estudio en el Becker.

—Entonces puedo confesarte que estoy en la friendzone y que mi mejor amigo del que estoy enamorada quiere presentarme a una chica que invitó y que parece interesarle, no tengo una razón para ser feliz.

Una pequeña risa salió de su boca, volteé a verlo sorprendida.

—¿Y solo por eso no tienes una razón para ser feliz?—Preguntó incrédulo—Vamos, estás cumpliendo diecisiete, la mejor edad para arruinar las cosas y que no importe, eres muy joven para amargarte la vida por estar en la friendzone... ¡Incluso yo estoy en la friendzone!—Dijo lo último riendo y echando su cabeza hacía atrás.

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