Palabras no dichas.

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Dorian

Llegamos al hospital, era increíble el hecho de que estábamos en el hospital por un inofensivo golpe en la nariz, mamá no me permitirá olvidarlo por algún tiempo.

Estacioné el auto y lo apagué, me bajé rápidamente con el objetivo de abrirle la puerta a mi rubia acompañante pero al bajar, ella ya se encontraba caminando a paso rápido hacía el hospital.

Corrí un poco hasta llegar a ella y ambos nos adentramos al hospital, al entrar pude notar como tapaba su nariz con la mano y tuve que hacer un esfuerzo para contener la risa.

-Espera aquí, preguntaré por mi mamá para que ella te atienda.

-Está bien, ya ni siquiera siento la nariz.

Me dirigí rápidamente a la enfermera que se encontraba anotando a los pacientes.

-Disculpe ¿Sabe dónde puedo encontrar a la enfermera Raquel?

-Si, claro, estaba haciendo una revisión a una paciente, debe estar por aquélla sala.-Dijo apuntando hacía una sala detrás de mí, por la ventanilla de la puerta se podían ver distintas camillas.

Entré a la sala y divisé a mi mamá en el fondo, anotando y preguntando cosas a una pequeña niña. Llegué a ella y le toqué el hombro, se sorprendió al verme.

-Eso es todo, cariño, el doctor no debe tardar.-Le dijo a la niña mientras se paraba y me llevaba lejos de ahí.-¿Qué pasó? ¿Estás bien?-Me tocó la frente y comenzó a examinarme preocupada.

-Si, yo estoy bien, mamá, no te preocupes.

-¿Quién no lo está? ¿Pasó algo?

-Verás... ¿Recuerdas a la chica de la que te hablé el otro día?

-Oh si... Sofía ¿no?

-Zoe, mamá.-rodé los ojos y continué antes de que mamá siguiera desviándose del tema.-Ella... Está aquí, tuvimos un pequeño accidente.

-Dime que no le pasó nada al coche, Dorian Solís.

-¡No! No, nada de eso, por accidente golpeé a Zoe... Y cree que se rompió la nariz.

Mi madre me regalo la cara más juzgativa del mundo, acompañada de un silencio que gritaba idiota.

-Dorian, cariño ¿Cómo rayos terminas rompiendole la nariz a una chica? ¡A este paso nunca tendré nietos!

-¡Mamá! Fue un accidente, además no somos nada más que... amigos.

-¿Dónde está?

Extendí la mano indicándole el camino, caminamos hasta la entrada y divisé a Zoe sentada en unas sillas de la sala de espera, con la cabeza recargada en la pared y su mano tocando su nariz.

-¡Zoe!

Al gritarle, ella volteó y saludó con la mano con la que estaba tapando su muy hinchada nariz, mi mamá retuvo un grito ahogado.

-Dios mío, Dorian.-Dijo mamá antes de casi correr hacía ella.

Alzó su cara y seguidamente a ella, la llevó hacía una sala igual a la que habíamos salido.

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