22|Decisiones

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Tres días pasaron desde aquella noche. La policía llegó y se llevó a Johnny, Lisa me contó que lo arrestaron por cargo de agresión y también otros cargos menores que tenía, al parecer habían pasado muchas cosas desde que me fui.

Esa noche, terminé en el hospital del pueblo, con la cabeza vendada y llena de analgésicos, dormí casi un día entero y desperté bajo los preocupados ojos de mi madre quien lloraba en silencio al verme. Mi padre parecía estar molesto, no podía creer que les había ocultado mi situación con Johnny y estuvo mal pero solo me di cuenta de ello hasta que todo esto pasó. Tal vez si lo hubiera hablando antes, nada de esto hubiera sucedido.

Pero lo hecho, hecho está.

Hoy era el tercer día y me dirigía a casa en el asiento trasero del auto con mis padres delante. He tratado de evitar el tema pero sabía la larga charla que se avecinaba, solo lo dejaron pasar porque estaba en el hospital. Al llegar a casa, subí a mi habitación, el cuerpo me dolía en grandes cantidades y me sentía exhausta. Mamá caminó detrás de mí y sabía que era hora. Me tiré a la cama en cuanto entré.

— ¿Por qué, hija? —Pregunta, su voz cargada de dolor— ¿Por qué no nos dijiste?

—No lo sé. —contesté sin ganas, la garganta empezaba a arder y sentía como las lágrimas empezaban acumularse en mis ojos. —Tenía miedo.

Mamá se acercó a mí y me envolvió en sus brazos, su calidez abrazando mi adolorido cuerpo.

—Sabes que siempre te protegeremos, mi amor. No había nada que temer.

—No me refiero a eso. —Escondo mi cabeza entre sus brazos, sé que sí la miro, no podré contener más las lágrimas— Tenía miedo de qué ustedes pensaran de mí. No quería que me vieran de esa manera, sé que todo estaba mal en la relación pero realmente creí que cambiaría, que yo podría cambiarlo.

—Amor. —Mi madre toma mi rostro y me observa a los ojos, puedo sentir las lágrimas deslizándose— Jamás te juzgaríamos, no tienes ni idea de la rabia que sintió tu padre al enterarse. Estábamos tan preocupados, no hay nada que nos doliera más que perderte. Sabes que siempre, siempre puedes confiar en nosotros.

—Pero... —el picor en mi garganta me impedía hablar.

—Dicen que el amor el ciego pero, ¿sabes qué? No lo es, puedes ver todo lo malo y bueno de una persona, pero el amor nos hace aceptar lo malo. —Explica, acariciando mi cabello— Pero a veces, hay cosas con las que uno no puede lidiar, cosas que nos lastima. Y no siempre vale la pena. Si realmente te amaba, trataría de cambiar, por ti y por él mismo. Pero no es fácil, quizás lo intentó y no pudo.

—Él siempre tuvo miedo de ser igual que su padre, y al final pasó lo que más temía.

—Todo el mundo batalla con sus propios demonios. —Continua acariciando mi cabello— Es una lucha personal y aunque podemos ayudar en el camino, cada quien debe recorrerlo solo.

—Yo lo amaba mucho.

—Lo sé, cariño. Pero quien te ama no te lastima.

—Lo sé, mamá.

Después de charlar, seguimos abrazadas un rato más. Ella acariciando mi cabello, susurrándome lo mucho que me ama y que puedo confiar en ellos. Al cabo de un rato me quedé dormida.

...

— ¡Despierta, bella durmiente! —sentí un pequeño jaloneo en mi cabeza. Con lentitud aparté las sábanas que me envolvían como a una oruga. Y entonces la vi, a mi querida amiga con una gran sonrisa adornando su rostro.

— ¡Oh Dios mío, Chloe! —ambas nos abrazamos— ¿Por qué no me dijiste que vendrías?

—Quería sorprenderte. —Chloe me mira con dulzura pero después cambia a una mirada llena de preocupación— ¿Cómo estás? Tu madre me contó lo que pasó.

Novia Por ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora