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Tres días después...

Dallon se había resignado, Brendon no le respondería más. De hecho, esa mañana lo primero que hizo al despertar fue revisar el teléfono esperando noticias. Sí que las recibió, pero no eran para nada lo que él esperaba; Brendon había bloqueado su número y ahora no podía contactarlo más. Si era sincero, darse cuenta de eso lo deprimió bastante, pero a mitad de sus clases se prometió a sí mismo buscar a Brendon para hablar seriamente con él.

Estaba harto de sus cambios de humor, opinión y personalidad. Lo que fuera que tuviera Brendon, él quería saberlo por el mismísimo pelinegro y sólo obtendría esa información si se saltaba el entrenamiento y acudía con el chico de Químicas antes de que se fuera. Lo que sentía por Urie ya no era únicamente una atracción, eso lo descubrió hacía poco cuando se percató de que estaba preocupándose mucho por él. Y le dolía en el alma no poder hacer nada al respecto.

Fue el primero en acatar la indicación del profesor y salir del aula en el que estaba y evitó entretenerse con cualquier cosa o persona. Agradecía que ambas facultades estuvieran la una al lado de la otra y que su único obstáculo fuera una pequeña calle que era lo opuesto a traficada.

No tuvo problema en cruzar y después pisar el territorio de los estudiantes de química, ni siquiera recibió malas miradas por aquellas personas que, por cierto, parecían muy absortos en sus propios asuntos. Estando allí recién pensó en que estaba en desventaja. Recordó que no tenía idea de dónde debía buscar a Urie, pero no iba a quedarse de brazos cruzados esperando que sucediera un milagro.

Sin vergüenza alguna, preguntó a distintos chicos y chicas sobre un tal Brendon Urie, pero ninguno lo conocía. Decidió entrar a un salón del primer piso, el cual resultó ser un laboratorio pequeño. Estaba casi vacío, excepto por una mujer mayor —una profesora, supuso— que vio ahí y le preguntó por el chico que deseaba encontrar. Ella le dijo que lo conocía, pero que hacía un año fue su alumno y actualmente no conocía su horario académico. El deportista agradeció y se retiró, maldiciendo al salir por no tener la suerte necesaria para dar con Brendon.

Dejó resbalar su espalda sobre el muro en el que había estado apoyado hasta sentarse en el suelo. Echó la cabeza hacia atrás, mirando a lo alto con un gesto de desánimo. Estaba comenzando a perder las esperanzas. Pensó en tomar su teléfono y revisar si de casualidad el azabache había desbloqueado su número o algo así, pero no fue necesario. Antes de que se convenciera de hacer eso, identificó en el pasillo con barandilla de cristal del segundo piso a un joven parecido al que buscaba. Incrédulo, se levantó del suelo y enfocó mejor su vista en él.

Verdaderamente era Brendon, ahí estaba.

Sonrió sin poder contenerse y se apresuró a subir las escaleras. Miró a ambos lados del corredor en el que de pronto se ubicaba y -agradecido con su peculiar altura- detectó la cabeza pelinegra de Urie del lado derecho. Vaciló por un par de segundos, mas al tercero comenzó a avanzar hacia el otro. Brendon hablaba con una chica rubia un poco más alta que él; ella era hermosa, tenía un par de ojos azules aún más lindos que los suyos y el de anteojos se veía bastante cómodo con su compañía. Era totalmente diferente a como había estado las anteriores veces con él.

¿Era esa chica linda algo importante para Brendon?, ¿era ella la razón por la que los sentimientos de Dallon no eran correspondidos? La inseguridad lo hizo dar unos cuantos pasos atrás, ahora no queriendo ser visto por los otros dos. No obstante, Brendon ya estaba muy cerca y terminó por verlo, cambiando totalmente su expresión. La sonrisa que mantenía fue sustituida por una línea recta, sus ojos entrecerrados y los hombros se le tensaron.

— ¿Dallon? — El menor decidió acercarse a él y relajó su serio semblante al notar el nerviosismo del opuesto. Detrás de él, la chica permaneció callada y veía todo con curiosidad. — Tengo muchas dudas respecto a tu visita a este lugar.

— ¿Tienes tiempo para hablar? Necesito preguntarte algunas cosas. Digo, sólo si no es problema para tu amiga. — La mencionó al mismo tiempo que la miraba. La chica sonrió amablemente.

— Está bien por mí. — Dijo ella y miró a Urie, colocándole una mano en el hombro. — Te esperaré en la cafetería, ¿okay?

— Sí, gracias, Jenna. — El más bajo no sabía cómo actuar estando en medio de ambos personajes, así que su voz sonó tierna a la vez que sus acciones eran tímidas y un tanto indiferentes, del mismo modo que Dallon le conocía.

— Bueno, me voy. Adiós. — Ella no sólo le hablaba a Brendon, también al basquetbolista, cosa que lo extrañó un poco. No tuvo más opción que sonreírle brevemente antes de que ella bajara por las escaleras que Weekes subió a toda velocidad hacía unos momentos.

— No estás aquí por mí, ¿verdad? — Inició Brendon el interrogatorio abrazándose a sí mismo, pero manteniendo la columna recta y la barbilla en alto. — Di que no, por favor.

— La verdad es que sí. Es a ti a quien busco.

Brendon esbozó una sonrisa divertida y negó.

— Increíble. — Exclamó. — ¿Tanto así te intereso? Wow.

Dallon apretó la mandíbula y luego habló.

— ¿Te parece divertido?

— Un poco. Es que — Rió por lo bajo y luego empezó a caminar en dirección a las escaleras. Dallon lo siguió y escuchó. — me pregunto qué hice para llamar tu atención de ese modo. O sea, no nos hemos visto más de dos veces, tres con esta, y tú, bueno, — Lo miró. — tienes una cara de enamorado que no comprendo.

El castaño se encogió de hombros.

— No importa si no nos hemos visto tantas veces, me han bastado las conversaciones que tuvimos durante todo este tiempo. — Explicó y de inmediato causó confusión en el chico de ojos oscuros. Ya había llegado al primer piso y doblaron por el pasillo que conducía a las mesas del jardín. — Como tú dijiste, esos mensajes se sintieron como algo real y eso fue lo que me ayudó a conocerte y saber un poco más de...

— ¿Mensajes? — Interrumpió repentinamente y tomaron asiento en una banca. El ojiazul asintió. — ¿Qué mensajes? Yo jamás te he enviado nada, ni siquiera tengo tu número.

Weekes se mostró perplejo, pero rápidamente frunció el ceño y habló con un tono levemente molesto.

— Por favor, deja de bromear. No quieras evadir el tema.

— No bromeo, enserio no tengo idea de qué mensajes me hablas. — Agregó Brendon serio. — Muéstrame la conversación a la que te refieres.

Dallon dudó. Las cosas se habían girado completamente para él y ahora estaba más inseguro y confundido y molesto que antes. Sin embargo, la mirada firme y la mano tan pequeña que el otro le extendía lo hicieron ablandarse. No podía negar que Brendon tenía los ojos más lindos que nunca antes había visto; sí, eran cafés, un color muy ordinario, pero la chispa que había en ellos era única, eso era lo que hacía que su mirada lo atrapara.

Y de su mano suave ni hablar, la vez pasada que la tocó fugazmente sintió un millón de cosas y se dijo a sí mismo que había tenido un poquito de suerte al haber conseguido siquiera ese insignificante roce. Para él, aquel recuerdo valía demasiado y fue más que suficiente. Por esa razón, sacó su móvil y lo encendió. Vio que el contacto «Brendon» todavía lo tenía bloqueado, pero al menos podía seguir viendo todos los mensajes que intercambiaron por estos meses y se los mostró al chico sentado a su lado.

Brendon tomó el móvil, pero no leyó nada, simplemente fue directo hacia el número del contacto y arrugó el entrecejo cuando corroboró su sospecha.

— No, este no es mi número. — Aclaró en voz alta.



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¿Alguien lo vio venir? Jsjs

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