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Dos semanas después...

Las cosas en estas últimas semanas habían sido interesantes. Brendon y Jenna se acostumbraron a almorzar al salir de clases, haciendo tiempo para que Dallon llegara al finalizar su entrenamiento y la rubia pudiera irse a casa sin preocupaciones. El par de chicos hacía su camino en motocicleta al apartamento del más bajo y siempre había un beso como despedida. Ese tipo de muestras de afecto al principio le parecían incómodas a Urie, pero con el tiempo fue adaptándose a ellas, lo cual al menos era un avance.

Debido a sus respectivas clases y tareas, no podían verse por mucho tiempo a menos que fuese fin de semana, pero ninguno de los dos se quejaba. Honestamente, la idea de estar todo el día y todos los días juntos los agobiaba, así que estaba más bien la forma en la que funcionaba su relación. Luego de todas esas duras prácticas en estas dos semanas, el equipo de basketball al que pertenecía el castaño estaba listo para enfrentar a los zorros de la Facultad de Economía. El evento iniciaba a las seis de la tarde y tendría lugar en una cancha techada de mayor tamaño, ubicada en algún centro deportivo de la ciudad.

Weekes había sido tan amable de también invitar a Jenna, aunque más bien lo hizo porque sabía que Brendon no asistiría si nadie le acompañaba. Entonces ahí estaban ellos dos, ocupando lugares realmente cercanos a la cancha y observando el juego. El equipo de animadoras, cuyos uniformes iban a juego con los púrpuras que lucían detalles grises de los basquetbolistas de su colegio, estaba muy entusiasta en el extremo contrario a ellos y Black coreaba las líneas que alcanzaba a oír de ellas.

Los estudiantes de Economía, vestidos de rojo y negro, iban ganando con una puntuación de ciento siete y los lobos de Deportes sólo necesitaban un punto para igualarlos. Ya estaban en el último periodo faltando sólo dos minutos para que el juego terminara. Desde su lugar, Brendon podía percibir a Dallon presionado por cambiar el marcador. Aún había esperanzas; si les dejaban un tiro libre, podían empatar y eso sumaría cinco minutos más para realizar al menos un tiro, ya sea de dos o de tres puntos.

En caso de que no hubiera una falta por parte de los zorros y no se pudiera empatar, el equipo púrpura podía hacer un lanzamiento si tan sólo reforzaba la defensa y evitaba que los rivales se acercaran lo suficiente a su canasta. Lo que en realidad pasó fue que uno de los rojos, en el momento que su equipo tomó control del balón, atacó a uno de los defensores golpeándole el pecho con un hombro y eso significó una falta ofensiva, dándole derecho a los lobos de llevar a cabo un tiro libre. Y así, empataron el juego medio minuto antes de que el tiempo se acabara.

Como era de esperarse, la partida continuó, pues sólo podía haber un ganador. Con esta segunda oportunidad, el equipo de Weekes no dudó y aprovechó esos cinco minutos extras para anotar o al menos seguir defendiendo. Afortunadamente, consiguieron tres puntos más al tercer minuto, por lo que el resto del tiempo se dedicaron a defender y evitar que el marcador cambiara. La tensión en la cancha y en las gradas era fuerte, así como los intentos de los de Economía por voltear las cosas.

Urie usualmente no se emocionaba por los deportes, mas en estos instantes cruzaba los dedos para que la victoria fuese de los chicos de púrpura. A su lado, Jenna gritaba a todo pulmón el nombre del equipo al que apoyaba y las personas a su alrededor la siguieron. Las porristas recuperaron el ánimo y se unieron al coro, dándole más motivos a los lobos para ganar. Y el alto castaño, aún estando lejos de él y ocupado en su juego, miró en dirección a las gradas y sonrió al encontrar a su chico.

Decidido, el ojiazul retrocedió poco a poco hasta llegar a su propia canasta, en su mirada los de rojo leían sus intenciones y eso fue lo que puso nervioso al que se acercaba con el balón. Éste se elevó y realizó una volcada, lo que facilitó la ejecución de bloqueo para el castaño. Saltó verticalmente estirando los brazos, interponiéndose entre el tirador y la canasta, y con un cuidadoso y preciso movimiento de muñeca, su mano desvió el balón y logró así taponar el lanzamiento sin cometer una falta. Y aunque la hubiera hecho, un punto no habría sido suficiente para el rival.

En pocas palabras, ya tenían el juego ganado. Segundos después, el tiempo terminó y la mitad de la gente en las gradas celebró el resultado. El azabache sintió una rara alegría en su pecho, pero no se detuvo a pensar mucho en esto dado que su amiga ya lo rodeaba y lo apretaba fuertemente con sus delgados brazos. La rubia expresaba su emoción sin vergüenza alguna y Brendon sólo podía mostrar una mínima sonrisa. En cuanto tuviera enfrente a Dallon, pensó, lo felicitaría por su buen desempeño en la cancha.



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La mascota de mi facultad es un unicornio, no les miento jsjsjs

¿Qué les pareció el juego? Honestamente, no me gustan los deportes y no sé nada de baloncesto, pero estuve leyendo artículos y me divertí mucho escribiendo este capítulo. Narrar es más fácil y menos agotador que jugar, supongo jsjsjs

Clear •• BrallonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora